Page 80 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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hacia ella con el ceño fruncido.
Nadie volvió a sugerir nada semejante.
Edmundo se encontraba al otro lado de Aslan y le miraba siempre a la
cara. Se sentía sofocado y se preguntaba si debía decir algo. Pero un instante
después tuvo la certeza de que no debía hacer nada, excepto esperar y actuar
de acuerdo con lo que le habían dicho.
—Vayan atrás, todos ustedes —dijo Aslan—. Quiero hablar con la Bruja a
solas.
Todos obedecieron. Fueron momentos terribles..., esperaban y, a la vez,
tenían ansias de saber qué estaba pasando. Mientras tanto, la Bruja y el León
hablaban con gran seriedad y en voz muy baja.
—¡Oh, Edmundo! —exclamó Lucía y empezó a llorar. Pedro se quedó de
pie dando la espalda a los demás y mirando el mar en la lejanía. Los castores
permanecieron apoyados en sus garras, con sus cabezas gachas. Los centauros,
inquietos, rascaban el suelo con sus pezuñas. Al fin todos se quedaron tan
inmóviles que podían escucharse aun los sonidos más leves, como el zumbido
de una abeja que pasó volando, o los pájaros allá abajo, en el bosque, o el
viento que movía suavemente las hojas. La conversación entre Aslan y la Bruja
continuaba todavía...
Por fin se escuchó la voz de Aslan.
—Pueden volver —dijo—. He arreglado este asunto. Ella renuncia a
reclamar la sangre de Edmundo.
En la cumbre de la colina se escuchó un ruido como si todos hubieran
estado con la respiración contenida y ahora comenzaran a respirar nuevamente,
y luego el murmullo de una conversación. Los presentes empezaron a acercarse
al trono de Aslan.
La Bruja ya se daba vuelta para alejarse de allí con una expresión de feroz
alegría en el rostro, cuando de pronto se detuvo y dijo:
—¿Cómo sabré que la promesa será cumplida?
—¡Grrrr! —gruñó Aslan, levantándose de su trono. Su boca se abrió más y
más grande y el gruñido creció y creció.
La Bruja, después de mirarlo por un instante con sus labios entreabiertos,
recogió sus largas faldas y corrió para salvar su vida.