Page 33 - Un-mundo-feliz-Huxley
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—Una vez tuve que esperar casi cuatro semanas antes de que la muchacha
que yo deseaba me permitiera ir con ella.
—¿Y sintió usted una fuerte emoción?
—¡Horrible!
—Horrible; exactamente —dijo el Interventor—. Nuestros antepasados
eran tan estúpidos y cortos de miras que cuando aparecieron los primeros
reformadores y ofrecieron librarles de estas horribles emociones, no quisieron
ni escucharles.
—Hablan de ella como si fuese un trozo de carne. —Bernard rechinó los
dientes—. La he probado, no la he probado. Como un cordero. La rebajan a la
categoría de cordero, ni más ni menos. Ella dijo que lo pensaría y que me
contestaría esta semana. ¡Oh, Ford, Ford, Ford!
Sentía deseos de acercarse a ellos y pegarles en la cara, duro, fuerte una y
otra vez.
—De veras, te aconsejo que la pruebes —decía Henry Foster.
—¡Es tan feo! —dijo Fanny.
—Pues a mí me gusta su aspecto.
—¡Y tan bajo!
Fanny hizo una mueca; la poca estatura era típica de las castas bajas.
—Yo lo encuentro muy simpático —dijo Lenina—. Me hace sentir deseos de
mimarlo. ¿Entiendes? Como a un gato.
Fanny estaba sorprendida y disgustada.
—Dicen que alguien cometió un error cuando todavía estaba envasado;
creyó que era un Gamma y puso alcohol en su ración de sucedáneo de la sangre.
Por eso es tan canijo.
—¡Qué tonterías!
Lenina estaba indignada.
—La enseñanza mediante el sueño estuvo prohibida en Inglaterra. Había
allá algo que se llamaba Liberalismo. El Parlamento, suponiendo que ustedes
sepan lo que era, aprobó una ley que la prohibía. Se conservan los archivos.
Hubo discursos sobre la libertad, a propósito de ello. Libertad para ser
consciente y desgraciado. Libertad para ser una clavija redonda en un agujero
cuadrado.
—Pero, mi querido amigo, con mucho gusto, te lo aseguro. Con mucho
gusto. —Henry Foster dio unas palmadas al hombro del Predestinador
Ayudante—. Al fin y al cabo, todo el mundo pertenece a todo el mundo.
«Cien repeticiones tres noches por semana, durante cuatro años —pensó
Bernard Marx, que era especialista en hipnopedia—. Sesenta y dos mil
cuatrocientas repeticiones crean una verdad. ¡Idiotas!».
—O el sistema de Castas. Constantemente propuesto, constantemente
rechazado. Existía entonces la llamada democracia. Como si los hombres fuesen
iguales no sólo fisicoquímicamente.
—Bueno, lo único que puedo decir es que aceptaré su invitación.
Bernard los odiaba, los odiaba. Pero eran dos, y eran altos y fuertes.
—La Guerra de los Nueve Años empezó en el año 141 d. F.
—Aunque fuese verdad lo de que le pusieron alcohol en el sucedáneo de la
sangre.
—Cosa que, simplemente, no puedo creer —concluyó Lenina.
—El estruendo de catorce mil aviones avanzando en formación abierta.
Pero en la Kurfurstendamm y en el Huitième Arrondissement, la explosión de