Page 36 - Un-mundo-feliz-Huxley
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—Parece malhumorado —dijo el Predestinador Ayudante, señalando a
Bernard Marx.
—Seis años después se producía ya comercialmente la droga perfecta.
—Vamos a tirarle de la lengua.
—Eufórica, narcótica, agradablemente alucinante.
—Estás melancólico, Marx. —La palmada en la espalda lo sobresaltó.
Levantó los ojos. Era aquel bruto de Henry Foster—. Necesitas un gramo de
soma.
—Todas las ventajas del cristianismo y del alcohol; y ninguno de sus
inconvenientes.
«¡Ford, me gustaría matarle!». Pero no hizo más que decir: «No, gracias»,
al tiempo que rechazaba el tubo de tabletas que le ofrecía.
—Uno puede tomarse unas vacaciones de la realidad siempre que se le
antoje, y volver de las mismas sin siquiera un dolor de cabeza o una mitología.
—Tómalo —insistió Henry Foster—, tómalo.
—La estabilidad quedó prácticamente asegurada.
—Un solo centímetro cúbico cura diez sentimientos melancólicos —dijo el
Presidente Ayudante, citando una frase de sabiduría hipnopédica.
—Sólo faltaba conquistar la vejez.
—¡Al cuerno! —gritó Bernard Marx.
—¡Qué picajoso!
—Hormonas gonadales, transfusión de sangre joven, sales de magnesio…
—Y recuerda que un gramo es mejor que un taco.
Y los dos salieron, riendo.
—Todos los estigmas fisiológicos de la vejez han sido abolidos. Y con ellos,
naturalmente…
—No se te olvide preguntarle lo del cinturón Maltusiano —dijo Fanny.
—… y con ellos, naturalmente, todas las peculiaridades mentales del
anciano. Los caracteres permanecen constantes a través de toda la vida.
—… dos vueltas de Golf de Obstáculos que terminar antes de que
oscurezca. Tengo que darme prisa.
—Trabajo, juegos… A los sesenta años nuestras fuerzas son exactamente
las mismas que a los diecisiete. En la Antigüedad, los viejos solían renunciar,
retirarse, entregarse a la religión, pasarse el tiempo leyendo, pensando…
¡Pensando!
«¡Idiotas, cerdos!», se decía Bernard Marx, mientras avanzaba por el
pasillo en dirección al ascensor.
—En la actualidad el progreso es tal que los ancianos trabajan, los ancianos
cooperan, los ancianos no tienen tiempo ni ocios que no puedan llenar con el
placer, ni un solo momento para sentarse y pensar; y si por desgracia se abriera
alguna rendija de tiempo en la sólida sustancia de sus distracciones, siempre
queda el soma, el delicioso soma, medio gramo para una tarde de asueto, un
gramo para un fin de semana, dos gramos para un viaje al bello Oriente, tres
para una oscura eternidad en la luna; y vuelven cuando se sienten ya al otro lado
de la grieta, a salvo en la tierra firme del trabajo y la distracción cotidianos,
pasando de sensorama a sensorama, de muchacha a muchacha neumática, de
Campo de Golf Electromagnético a…
—¡Fuera, chiquilla! —gritó el DIC, enojado—. ¡Fuera, peque! ¿No veis que
el Interventor está atareado? ¡Id a hacer vuestros juegos eróticos a otra parte!
—¡Pobres chiquillos! —dijo el Interventor.