Page 101 - El contrato social
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eran elegidos los cónsules, los censores y los demás magistrados curiales. En efecto; de ciento
noventa y tres centurias que formaban las seis clases del pueblo romano, como la primera clase
comprendía noventa y ocho, y como los votos no se contaban más que por centurias, sólo esta
primera clase tenía mayor número de votos que las otras dos. Cuando todas estas centurias estaban de
acuerdo, no se seguía siquiera recogiendo los sufragios: lo que había decidido el menor número
pasaba por una decisión de la multitud, y se puede decir que en los comicios por centurias los asuntos
se decidían más por la cantidad de escudos que por la de votos.
Pero esta extrema autoridad se modificaba por dos medios: primeramente, perteneciendo los
tribunos, en general, a la clase de los ricos, y habiendo siempre un gran número de plebeyos entre
éstos, equilibraban el crédito de los patricios en esta primera clase.
El segundo medio consistía en que, en vez de hacer primero votar las centurias según su orden, lo
que habría obligado a comenzar siempre por la primera, se sacaba una a la suerte, y aquélla [46]
procedía sola a la elección; después de lo cual todas las centurias, llamadas otro día, según su rango,
repetían la misma elección, y por lo común la confirmaban. Se quitó así la autoridad del ejemplo al
rango para dársela a la suerte, según el principio de la democracia.
Resultaba de este uso otra ventaja aún: que los ciudadanos del campo tenían tiempo, entre dos
elecciones, de informarse del mérito del candidato nombrado provisionalmente, a fin de dar su voto
con conocimiento de causa. Más, con pretexto de celeridad, se acabó por abolir este uso, y las dos
elecciones se hicieron el mismo día.
Los comicios por tribus eran propiamente el Consejo del pueblo romano. No se convocaba más
que por los tribunos: los tribunos eran allí elegidos y llevaban a cabo sus plebiscitos. No solamente
no tenía el Senado ninguna autoridad en estos comicios, sino ni siquiera el derecho de asistir; y
obligados a obedecer leyes sobre las cuales no habían podido votar, los senadores eran, en este
respecto, menos libres que los últimos ciudadanos. Esta injusticia estaba muy mal entendida, y bastaba
ella sola para invalidar derechos de un cuerpo en que no todos sus miembros eran admitidos. Aun
cuando todos los patricios hubiesen asistido a estos comicios, por el derecho que tenían a ello dada
su calidad de ciudadanos, al advenir simples particulares, no hubiesen influido casi nada en una
forma de sufragios que se recogían por cabeza y en el que el más insignificante proletario podía
tanto como el príncipe del Senado.
Se ve, pues, que, además del orden que resultaba de estas diversas distribuciones para recoger los
sufragios de un pueblo tan numeroso, estas distribuciones no se reducían a formas indiferentes en sí
mismas, sino que cada una tenía efectos relativos a los aspectos que la hacían preferible.
Sin entrar en más detalles, resulta de las aclaraciones precedentes que los comicios por tribus
eran los más favorables para el gobierno popular, y los comicios por centurias, para la aristocracia.
Respecto a los comicios por curias, en que sólo el populacho de Roma formaba la mayoría, como no
servían sino para favorecer la tiranía y los malos propósitos, cayeron en el descrédito, absteniéndose
los mismos sediciosos de utilizar un medio que ponía demasiado al descubierto sus proyectos. Es
cierto que toda la majestad del pueblo romano no se encontraba más que en los comicios por
centurias, únicos completos; en tanto que en los comicios por curias faltaban las tribus rústicas, y en
los comicios por tribus, el Senado y los patricios.
En cuanto a la manera de recoger los sufragios, era entre los primeros romanos tan sencilla