Page 173 - La Odisea alt.
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Le respondió a su vez el muy sufrido divino Odiseo:

                   «Pues, en efecto, te lo diré y tú escúchame y atiende, y piensa y dime si
               nos será suficiente Atenea junto con Zeus Padre, o si debo pensar en encontrar
               algún otro auxiliar».

                   Le respondió entonces el juicioso Telémaco:

                   «Poderosos  son,  en  efecto,  esos  dos  defensores  que  mencionas,  si  bien
               están en lo alto, en las nubes. Los dos dominan a los hombres todos y a los

               dioses inmortales».

                   Contestóle, a su vez, el muy sufrido divino Odiseo:

                   «Pero  no  permanecerán  los  dos  mucho  tiempo  apartados  de  la  feroz
               refriega, cuando entre los pretendientes y nosotros en nuestras salas se dirima
               la contienda de Ares. Así que ponte en camino en cuanto amanezca hacia la
               casa y mézclate allí con los soberbios pretendientes. Luego a mí me conducirá

               el porquerizo hasta la ciudad, con mi aspecto de mendigo miserable y viejo.

                   »Si me ultrajan en el palacio, que tu corazón en tu pecho se resigne a ver
               que yo soporto el maltrato. Incluso si me arrastran por los pies hasta echarme
               o si me hieren con lo que me arrojen, tú mira y contente.

                   »Pero,  bueno,  propónles  que  desistan  de  sus  ofensas,  dándoles  consejos
               con palabras amables. Ellos no te harán ningún caso, pues ya les acecha el día
               fatal. Te diré algo más, y tú guárdalo en tu mente. Cuando Atenea de muchos
               consejos  lo  inspire  en  mi  ánimo,  yo  te  haré  una  seña  con  la  cabeza,  y  tú,

               apenas  la  veas,  retira  todas  las  armas  de  guerra  que  hay  en  las  salas,  y
               llévatelas al fondo de la estancia del piso alto, todas en montón. Con respecto
               a  los  pretendientes,  explícaselo  con  palabras  arteras  en  caso  de  que  te
               pregunten al echarlas en falta: “Las he apartado del humo, para que no les pase
               como  a  las  que  aquí  dejó  antaño  Odiseo  al  marcharse  a  Troya,  que  están

               ahumadas  por  donde  las  alcanzó  el  ardor  del  fuego.  Y,  además,  hay  otro
               motivo  que  me  ha  inspirado  el  Crónida;  que  no  sea  que,  al  emborracharos,
               vaya a surgir entre vosotros una disputa y os dañéis unos a otros y echéis a
               perder el banquete y el cortejo, pues el hierro por sí solo incita al hombre”.
               Tan sólo para nosotros dos deja a nuestro alcance dos espadas y dos lanzas, y
               dos  escudos  de  piel  de  buey  para  tomarlos  en  nuestras  manos  y  usarlos  al
               comenzar la matanza. A ellos entonces los hechizarán Atenea y el providente

               Zeus.

                   »Otra cosa te diré y tú guárdala en tu mente. Si verdaderamente eres mi
               hijo y de nuestra sangre, que nadie se entere ahora de que Odiseo está en su
               casa. Que no lo sepa ni Laertes ni el porquerizo siquiera, ni ninguno de los
               siervos ni la misma Penélope, sino que tú y yo, solos, conozcamos la conducta
               de las mujeres y pongamos a prueba luego a cada uno de los criados, a ver
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