Page 329 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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aunque más esforzados fuesen, salir a la campaña y quedar en las fuerzas, contra tanto como era el

                  de los enemigos? Y ¿cómo es posible dejar de perderse fuerza que no es socorrida, y más cuando la

                  cercan enemigos muchos y porfiados, y en su mesma tierra? Pero a muchos les pareció, y así me

                  pareció a mi, que fue particular gracia y merced que el cielo hizo a España en permitir que se asolase

                  aquella oficina y capa de maldades, y aquella gomia o esponja y polilla de la infinidad de dineros que
                  allí sin provecho se gastaban, sin servir de otra cosa que de conservar la memoria de haberla ganado

                  la felicísima del invictísimo Carlos V, como si fuera menester para hacerla eterna, como lo es y será,

                  que aquellas piedras la sustentaran. Perdióse también el fuerte; pero fuéronle ganando los turcos

                  palmo a palmo, porque los soldados que lo defendían pelearon tan valerosa y fuertemente, que

                  pasaron de veinte y cinco mil enemigos los que mataron en veinte y dos asaltos generales que les
                  dieron. Ninguno cautivaron sano de trescientos que quedaron vivos, señal cierta y clara de su

                  esfuerzo y valor, y de lo bien que se habían defendido, y guardado sus plazas. Rindióse a partido un

                  pequeño fuerte o torre que estaba en mitad del estaño, a cargo de don Juan Zanoguera, caballero

                  valenciano y famoso soldado. Cautivaron a don Pedro Puertocarrero, general de la Goleta, el cual

                  hizo cuanto fue posible por defender su fuerza; y sintió tanto el haberla perdido, que de pesar murió

                  en el camino de Constantinopla, donde le llevaban cautivo. Cautivaron ansimesmo al general del

                  fuerte, que se llamaba Gabrio Cervellón, caballero milanés, grande ingeniero y valentísimo soldado.
                  Murieron en estas dos fuerzas muchas personas de cuenta, de las cuales fue una Pagán de Oria,

                  caballero del hábito de San Juan, de condición generoso, como lo mostró la suma liberalidad que

                  usó con su hermano el famoso Juan Andrea de Oria; y lo que más hizo lastimosa su muerte fue

                  haber muerto a manos de unos alárabes de quien se fió, viendo ya perdido el fuerte, que se

                  ofrecieron de llevarle en hábito de moro a Tabarca, que es un portezuelo o casa que en aquellas

                  riberas tienen los ginoveses que se ejercitan




                  en la pesquería del coral; los cuales alárabes le cortaron la cabeza y se la trujeron al general de la
                  armada turquesca, el cual cumplió con ellos nuestro refrán castellano: «que aunque la traición





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