Page 227 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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la ayuda de Dios y de mi brazo, tajar la cabeza soberbia con los filos desta... no quiero decir buena
espada, merced a Ginés de Pasamonte, que me llevó la mía.
Esto dijo entre dientes, y prosiguió diciendo:
-Y después de habérsela tajado y puestos en pacífica posesión de vuestro estado, quedará a vuestra
voluntad hacer de vuestra persona lo que más en talante os viniere; porque mientras que yo tuviere
ocupada la memoria y cautiva la voluntad, perdido el entendimiento, a aquella... y no digo más, no
es posible que yo arrostre, ni por pienso, el casarme, aunque fuese con el ave fénix.
Parecióle tan mal a Sancho lo que últimamente su amo dijo acerca de no querer casarse, que, con
grande enojo, alzando la voz, dijo:
-Voto a mí, y juro a mi, que no tiene vuestra merced, señor don Quijote, cabal juicio: pues ¿cómo es
posible que pone vuestra merced en duda el casarse con tan alta princesa como aquésta? ¿Piensa
que le ha de ofrecer la fortuna tras cada cantillo semejante ventura como la que ahora se le ofrece?
¿Es, por dicha, más hermosa mi señora Dulcinea? No, por cierto, ni aun con la mitad, y aun estoy
por decir que no llega a su zapato de la que está delante. Así, noramala alcanzaré yo el condado que
espero, si vuestra merced se anda a pedir cotufas en el golfo. Cásese, cásese luego, encomiéndole yo
a Satanás, y tome ese reino que se le viene a las manos de vobis vobis, y en siendo rey, hágame
marqués o adelantado, y luego, siquiera se lo lleve el diablo todo.
Don Quijote, que tales blasfemias oyó decir contra su señora Dulcinea, no lo pudo sufrir; y, alzando
el lanzón, sin hablalle palabra a Sancho y sin decirle esta boca es mía, le dio tales dos palos, que dio
con él en tierra; y si no fuera porque Dorotea le dio voces que no le diera más, sin duda le quitara allí
la vida.
-¿Pensáis -le dijo a cabo de rato-, villano ruin, que ha de haber lugar siempre para ponerme la mano
en la horcajadura, y que todo ha de ser errar vos y perdonaros yo? Pues no lo penséis, bellaco
descomulgado, que sin duda lo estás, pues has puesto lengua en la sin par Dulcinea. Y ¿no sabéis
vos, gañán, faquín, belitre, que si no fuese por el valor que ella infunde en mi brazo, que no le
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