Page 97 - Autobiografia de mi Madre v.2
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aura brillante de paz y tranquilidad le envolvió enton­  ahora motivo de decepción. Yo sólo era un recorda�
     torio de la decepción, por una parte;. por otra, llevaba
 ces, un aura de paz que brfüaba como ]a de un santo�   la sangre de alguien a quien él creía haber amado. rvfi
 aunque estoy segura de que ningún santo de verdad
 tiene ese aspecto nunca; es algo que sólo se ve en fas   padre no  era capaz de amar >  pero éJ creía que sí, y eso
 pinturas.   debe bastar, puesto que quizá medio mundo lo siente
 Enterraron  a mí  hermano en  el cementerio de la   así. :É :I creía <.Jue me quería, pero yo habría podido ex­
 iglesia metodista de Roseau. Su madre estaba silencio­  plicarle hasta gué punto aquello eta falso, habría podido
 sa  en su aflicción;  también ella  había  anhelado  algo.   enumerade todas las veces que n:ie habfa puesto direc­
 Algo que giraba en torno a su hijo, a su importancia; su   tamente  en  las  fauces  de la  muerte;  habría  podido
 � ueraa y sus logros serían motivo de orgullo para ella.   enumerarle rodas las veces que había falrado a sus obli­
 El se le parecía; la belleza que poseía él era también su   gaciones de padre conmigo, su hija huérfana de madre,
 bdicza. Se veía a sí mJsma atada a él tan estrechamente   mientras éJ  seguía  su  camino para convertirse en  un
 que� cuando murió, sJntiú que también ella habfa muer­  hombre de mundo.   amaba, él amaba; él se amaba a
 to; no podía llegar hasta el extremo de morir realmente·   sí mis1no. Quizá ésa sea la forma de amar de todos los
 s6lo podía estar entre los vjvo� físicamente, su cspfrj�   hombres. Tras haber perdido aquel pequeño recipien­
 estaba ahorn con  su  hijo muerto. En aquel momento   te  a  través  dd cual  había  tenido  la  esperanza de
 me dio pena, aunque no tanta como pata perdonar v   perpetuarse, él mismo se había convertido en su pro­
 olvidar que en una ocasión había intentado matarm�,   pio legado. Él  era su propio futuro. Cuando él muriera,
 sabiendo además eon absoluta certeza que siempre había   el mundo dejaría de existir,
 deseado verme muerta y que me mataría si alguna vez   Para su hija, la gue no era yo, mi presencia resultaba
 tenía el coraje necesario para hacerlo. Se cantaron him­  tan enojosa que, incluso cuando no me tenfa delante,
 nos, se ofrecieron oraciones; eran oraciones que ped f an   deformaba el  rostro  en ac¡uella  mueca  que había in­
 el  perdón  y oraciones  con las  que  se  manifestaba  la   ventado exclusivamente para. 1ni. lns1stfa en decir que
 aceptación de acontecimientos que eran fundamental-  yo no era hija de mi padre, y que aun cuando foera su
 mente  decepcionantes.  Pero  tal  es la  suerte  de los   hija, era ilegítima. La expresión de temor reverencial y
 vencidos: al fin y al cabo ha sido lo que tenía gue ser, al   de  perplejidad que  cruzó  alternativamente  su rostro
 fin Y al cabo el orro desenlace, el desenlace del triunfo,   cuando se dio cuenta de que yo encajaba encantada
 habría sido una tta,b :rcdia, habría tenido consecuencias   aquella caracterlzación me hjzo sentir lástima de ella.
 mucho más devastadoras que la derrota experimenta­  Deseé que de alguna manera encontrara inspiración en
 da ahora. Tal es el consuelo de los vencidos.   mí.  ¿Por qué nb  se me valora? es lo que ella deseaba
 Mi padre y su esposa y su hija, la chica que no era   preguntarle  :al mundo,  un mundo integrado  por su
 yo, la esposa que eta su madre, formaron un triángulo   madre y su padre; pero no podía hacer tal pregunta,
 de dolor,  de  culpa,  de recelo, de venganza.  Para mi   no podía empezar a sospechar que pudiera haber una
 padre nada de eso era de naturaleza personal, profun­  respuesta. Su madr-c no podfa ni 1nirarla )  pues su exis­
 da. No se peleaba con su esposa. Ella, también ella, era   tencia le parecía una especie de derroche; no era ella



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