Page 94 - Autobiografia de mi Madre v.2
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llegaron a la conclusión de que su muerte había s.ido   beHeza, pero no te hada desear cocarle 1  no  porque te
             inevitable desde el  principio.                         causara repugnancia, sino porque te hada temer que el
                Murió. Se llamaba Alfred; le habían puesro el mis­   mero hecho  de  tocade le  pudiera causar algún daño,
             mo  nombre  que  a su  padre. Su  padre, mi  padre, se   como si fucrn un-a vida vegetal salida de una f á bula. !v1i
             llamaba Alfred por Alfredo el Grande, el rey inglés, un   padre  le  quería:  era bueno; heredaría mucho; el sucio
             personaje  al que mí  padre  habría  despreciado,  pues   trabajo de acumular  resultaría  desconocido  para  él
             ll ó a conocer a a quel Alfredo no mediante el lengua­  Cómo conservaría su herencia es un pensamiento que
              eg
             j e   d e l  poeta,  que  habría  sido  el  lenguaje  d e   la   sóio podría ocurrirsele y causar enfado a alguien como
             compasión, sino  mediante el lenguaje del  conquista­   yo, la desencantada ) j',  antes de eso, la des.heredada. Su
             dor.  Mi  padre  no  era  el responsable de  su  propio   padre le  quería; se  llamaban igual: Alfred.  Ese chico
             nombre, pero  sí era responsable del nombre que lle­    mudó . .Antes de  morir }  su cuerpo expelió  un río  de
             vaba su hijo. Su hijo se llamaba Alfred. Quizá mi padre   sangre.  Cuando  acababa  de morir, un  gran  gusano
             imaginara una dinastía. Era risible sólo para alguien que   marrón surgió reptando de su  pierna izquierda; se  q uedó
             estuviera excluida de su esencia 1  guien como  yo, al�   allí, sobre el  tobillo, como esperando  ser encontrado
                                          al
             guíen  del  sexo  femenino;  cualquier  otra  persona le   por un vagabundo una mañana. Prom:o se secó, y en­
                                                                     tonces adquirió un aspecto que hacia pensar que todo
             hubiera comprendido  perfectamente. Se había imagi­     indicio de vida había abandonado su repugnante cuer­
             nado a sí mismo permaneciendo en esta vida a través     po  hacía  m i les  de  años.  Entonces  se  hic i e r on
             de la existencia de otra persona. Mi padre nunca había   inseparables, mi hermano y el gusano que surgió de su
             sufrido la indignidad de encontrarse accidentalmente    cuerpo  cuando  acababa de modr. Mí  padre no dejó
             con  su  propia  imagen reflejada  en  alguna superficie   de vivir enronces 1  ni  perdió  sus deseos de  continuar
             brillante y que Je pareciera tan convincente como para
             llegar a ercer que su pmpía imagen era también su alma ...   viviendo, únicamente llegó a la conclusión de que rodo
             Estaba  convencido  de  que su hijo se  parecía a él, y   su sufrimiento tenía un propósito secreto, y empezó a
             quizá fuera cierto, aunque a mí jamás se 1ne hubiera    anhelar que éste se le revelara.
             ocurrido pensarlo;  estaba convencido de  que su hijo      I:Vfi hermano murió y Jos mares estaban tranquilos,
             ern idéntico a él, y quizá lo f u era realmente, pero aquel   aunque no en su forma habitual; no soplaba el viento,
             hijo suyo no vivió lo suficiente como para. que yo pu­  las hojas de los árboles estaban inmóviles, la tierra no
             diera llegar a esa conclusión.                          temblaba, los ríos  no  bajaban  crecidos, el  cielo  rcnia
               l\ ií hermano murió. En  la muerte se convird() en    ese azul eternamente engañoso ... inocente, como si no
             mi hermano. Ivficnttas estuvo vivo no le conocí en ab­  fuera a cambiar hunca; todo era como siempre, como
             soluto. T e nía el  pelo negro como el de su madre. Sus   hubiera sido en cualquier caso i  sin lmportar lo que pa­
                                                                     sara,  pero  el  mundo  entero  había cambiado  para mi
             ojos ernn castaños, también como los de su madre.       padre )  y  ahora creo  que se &inti<S de nuevo pequeño,
             Era bondadoso y apacible, pero las suyas eran la bon­
             dad  y la docilidad de los débiles, no  procedían de la   insignificante, desamparado ante la esencia de la vida,
                                                                     que seguía su curso indiferente a los deseos de él. Un
             generosidad, no procedían del instinto. Poseía una grnn


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