Page 175 - Autobiografia de mi Madre v.2
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dría, pero  algo más  incaHfic.ab1e que !a vanidad, algo   que había llevado. Yo no reconocía la vida gue babia
 que estaba más allá del miedo� quizá f u era ignorancia,   Uevado cuando él hablaba de ella; tampoco me sentÍa
 le hizo creer que el mundo tal y como eUa lo conocía   conmovida. i\ ét naturalmente; su vjda le parecía eS­
 era  perfecto, Peto murió y se ttam;formó en polvo, o   pléndida; de no haber sido así, se habría  perdonado a
 derra, o en el viento, o el ma.t, o lo que quiera -que sea   sí mismo con una demostración de arrepentimiento,
 en  que nos  tranfotmamos  todos al morir.   con  un  gran desplie g ue de buenas pálabras. Todas las
 T a mbién mi padre  murió, no  mucho después de   personas a las gue habfa despojado de sus bienes ma­
 que me casara con su amigo. ¿Qué les conv:irtjó en ami­  teriales estaban muertas o casi;  rodas las personas  que
 g os? Mi padre admiraba el jardín de Philip, en el que   le habían despojado a él de sus bienes materiales, que
 éste cultivaba frutos de las distintas regiones tropicales   habían frustrado cualquier intento que él hubiera podi­
 del mundo, con la particularidad de gue hacía que fue­  do hacet por ser un ser humano >  esraban muertas  o
 ran  de  un  tamafio  anormal; a veces  hada que f u eran   finalmente lo estarían, Con todo }  mientras agonizaba�
 más  gr:mdes de lo normal, a v e ces los convertía en meras   tenía prt.:!scnte la enorme cantidad de tierra que habfa
 miniaturas. Philip pertenecía a ese tipo de personas in­  adquirido, cada  parcela de rica  tierra volcánica sem­
 quietas  incapaces de  vivir en  soledad, incapaces  de   brada con a]g ún valioso cultivo: café, vaínilla, pomelos,
 observar demasiado tiempo seguido cualquier cosa sin   limas, lirnoncs, bananas. lira dueño de numerosas ca­
 sentirse intranquifas por su existencia misma; el silencio   sas en Roscau, y a final <le cada mes, un hombre medio
 es afgo ajeno a ellas. l\H padre, también él, tc1úa. una mente   muerto -pues hada el final de su vida mí  padre renía
 inquieta, pero el destino, el acto de la conquista, le había   sus propios sicarios y subordinados que trabajaban para
 hecho  permanecer inmóvil. T o do lo  q ue  podía hacer   él- le llevaba la recaudación de los alquileres que paga­
 era mirar a ese hombre, Phfüp , y observarle cultivar un   ban lnqufünos que en ocasjones no tenían mucho que
 man g o del tamaño de la cabeza de una persona adulta,   comer. Murió siendo un hombre  deo, y no crefa  que
 aunque lueg o el  fruto no tcnfa :sabor, era sób bonlto,   eso fuera a impedirle atravesar el umbral de aquel lu­
 dig no de ver; luego  dedicó  mucho tiempo a  procurar   gar que él llamaba paraíso.
 que ese manjar resultara sabroso  y estimulante para ]ai..   Cuando murió le eché  de menos,  y  antes de  que
 papilas gustativas. Nunca supe si Philip lo consiguió; ja­  muriera  ya sabía que iba a ser así. Deseaba no echarle de
 más cnmí nada de lo  q ue él cultivaba.   menos, pero a pesar de todo así era. No bahía conoci­
 Mi padre necesitó mucho tiempo para morir, Pade­  do a mi madre  y  sin embargo el amot que sentía  por
 ció terribles dolores, y su sufrimiento casi me hízo creer   ella la siguió a la eternidad. Mí madre había muerto cuan­
 en la justicia> pero sólo casi, pues hay muchas iniquida­  do  y o  nad/ inca p az de  protegerse a sí misma  en  un
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 des  q ue  rntda  puede remediar jamás,  el  pasado del   mundo más cruel de lo  ue se  p ueda imaginar, ín1 p osi­
 mundo tal y como yo lo conozco es irreversible. No le   b11itllda de  prote g erme a mí. Mi  p adre podía  prote g erme;
 importaba morir, decía.  Hablaba muy conmovedora­  pero no Jo hizo. Pienso  q ue en lugar de eso me puso {..'11
 mente dd  mundo  de  la  agonía  y  del  mundo  de la   las fauces de la muerte a muy temprana edad. Cuando
 muerte, )' hablaba muy conmovedoramente de la vida   me  pregunto  cómo  conseguí  escapar no  consigo


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