Page 153 - Autobiografia de mi Madre v.2
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y había vivido en todas las AntiHas que se encontraban   mlno de forjar su  p ro p ia pe ueña dinasda de varones
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 bajo dominio inglés, aunque había  p asado más tiempo   pelirrojos; no se había casado todavía. Era alto y, de
 en la isla de Anguila  que en ninguna otra, antes de esta­  acuerdo con  un modelo de belleza que  no coincidía
 blecerse con su espos•, Mary, en Antigua. T e nla muchos   con mi criterio, se le consideraba un hombre muy áttac­
 hiios  de muchas  mujeres distintas  en  todos aquellos   rivo; llevara lo que llevara 1  toda la ropa le sentaba bien;
 Jugares en ]os que había vivido; todos eran varones y   tenía un aspecto magnífico con su uniforme, tenía un
 resultaba evidente que eran hijos de John Richardson,   aspecto magnífico con el traje de lino que llevaba para
 pues todos tenían el n11Smo pelo rojo, un cabeHo rojo   ir a la iglesia los domingos; era un hombre vanjdoso,
 tan singular < UC: todos se sentían orgullosos de tenedo,   tan vanidoso que había necesitado práctica y una gran
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 el cabello de John Richardson. Yo lo sabía poi:<1ue mi   �osis de autodisdp11na para evitar lanzar  miradas  a
 padre solía contar a la  g ente c ¡ ue él era hijo de aquel   hurradíllas a su pro p io reflejo cuando estaba en  p úbli­
 hombre, y describía a su  padre  de esta forma, como   co; estoy convencida de que gran  p arte del tiempo que
 un hombre que  había  vivido aquí y  allá y que  tenía   pasaba encerrado en una habiración haciendo creer a
 hijos, todos varones y pelirrojos; ex p licaba también que   su familia que estaba  p reparando la lección para la es­
 siem p re  q ue veía a un hombre con el pelo rojo sabía   cuela dominical, lo dedicaba en realidad  a  ensayar
 que  estaba emparentado con él y siem p re <leda  esas   diversas  p oses que lue g o adoptaría en  p úblico; era un
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 cosas  Heno de  satisfacdón y  orgullo, no  con  ironía,   hombre ambicioso, le  g ustaba hacer las cosas bien y
 amargura o tristeza por la estela de desdicha que aquel   detestaba  que no se  reconociera su esfuerzo,  Nunca
 borracho escocés había dejado a su  p aso.   llevaba dinero en el bolsillo, nunca se rodeaba de dine­
 Y o   no tenía el pelo rojo, no era un hombre.   ro auténtico� pero en el f o ndo eso no dejaba de ser lo
 En cuanto a su madre }  recordaba sus rasgos vaga­  mismo que cuando  se  ejercitaba  p ara  no  mirarse en
 mente, a pesar de que ella debe de haber remendado   público: ser  visto con dinero equivaHa a confesar hasta
 sus  ropas, cocinado su  comid�  cuidado  sus heridas   qué punto lo adoraba, y apreciaba 1nás un cuarto de
 cuando era un colegial,  debe  de haberle animado  en   p eníque que un p enk¡ue. y apreciaba más un p:.::njque
 sus ambiciones y aliviado su frente herida; me habría   que un chelín, y apreciaba más un chelín que una libra )
 gustado que mi madre hiciera esas cosas, si )a hubiera   y eso sólo le podría parecer un disparate a una persona
 tenido. f'inalmente John Richardson desapareció en el   q ue no com p rendiera el dlnero ni el amor }  una perso­
 mar durante una tempestad, un acontecimiento sospe�   na  como  yo; pero mi  padre, que no comprendía  el
 chosarnente  o p ortuno,  p ues  no  me  sorprendería   amür en relación con las personas, que sólo compren�
 enterarme  de que después  de todo  hubiera vuelto  a   día  el  amor  cuando  se  trarnba de  dinero,  había
 Escoda, donde tenía más hijos, to<.los varones con el   comprendido que es en las pequeñas partes de algo en
 pelo  también  rojo,  aun g ue de  textura  distinta. Mary   las que está contenida su verdadera totalidad, que es en
 murió poco después no se  sabe  bien de gué, quizá de   las pequeñas partes de algo donde reside su auténtica
 un colapso cardíaco, quizá no. Mi  p adre no asistió a su   belleza. Sabía que en una !ibra h a y 960 cuartos de peni­
 funeral, él era entonces  p olicía en St. Kitts e iba  y a ca-  q u e,  y  que  9 6 0  monedas  de  cuarto  de  penique



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