Page 141 - Autobiografia de mi Madre v.2
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denado a mí. Y cuando nuestras miradas se encontra­  de entre las  piernas era  también negro y ensortijado,
 ron, nos echamos a reír, porc1ue nos sentíamos felices,   pero  crecía con tal  abundancia que me era imposible
 pero fue también aterrador, pues aquella mirada lo pre­  deslizar las manos a través de él. Al sentarse, al levantar­
 guntaba todo: quién traicionaría a quién, quién sería el   se, al caminar  o al estirarse,  llevaba  siempre un porte
 cautivo, quién sería el captor, quién daría y quién reci­  digno de  un objeto precioso, pero no lo hacía porque
 biría,  qué  haría  yo.  Y  cuando  nuestras  miradas  se   fuera vanidoso, puesto que era verdad, él era algo pre­
 encontraron  y  ambos nos echamos  a  reír  al mismo   cioso. Con todo, cuando estaba encima de mí me miraba
 tiempo dije: "Te c¡uiero, te quiero", y éJ dijo: "Lo sé".   como si yo fuera la única mujer  que hubiera en el mun­
 No lo dijo  por vanidad, no lo dijo por engreimiento,   do, la única mujer a la que hubiera mirado nunca  de
 lo dijo  sólo  porque era verdad.   aque1Ja manera ...  pero eso no era cierto, los hombres
     sólo hacen eso cuando no es cierto. La primera vez que
 Se llamaba RolancL  No era ningún héroe, ni siquiera   estuvo encima de mi estaba tan avergonzada del inmen­
 tenía una patria; era nativo de una isla, una pequeña isla   so placer que sentía que me mordí con fuerza el labio
 que estaba entre un mar y un  océano, y una pequeña   inferior ... pero no sangré, no por haberme mordido el
 isla no es ninguna patria. Y tampoco tenía historia; era   labio,  no entonces. Tenía la piel suave y cálida en los
 un insignificante acontecimiento en la historia de algu­  lugares en que no le había besado; en los lugares en que
 na otra persona, pero él era un hombre. Yo podía verle   sí le había besado tenía la piel fría y áspera, y los poros
 mejor de lo que él podía verse a sí mismo, y eso  era   estaban ablertos y erizados.
 debido a que él era quien era y a que yo era yo, pero   ¿Se convfrtió el mundo en un lugar hermoso? Por
 también a que era más alta que él. Era tosco, pero an­  fin terminó la estación de las lluvias, llegó la estación
 daba con un porte que le hacía parecer precioso. Tenía   soleada, y hacía un  calor excesivo;  el lecho del río se
 las manos grandes y fuertes, y sin ninguna razón apa­  secó  la  desembocadura  se  convirtió  en un lugar de
         ,
 rente  las  extendía  frente  a él  de  forma que parecían   aguas superficiales, finalmente, el calor se hizo tan te­
 piezas  salidas  de  alguna  poderosa  maquinaria;  de la   dioso  como la lluvia,  habría  deseado  que acabara de
 cadera a la rodilla tenía las piernas  rectas, pero de la   no haber estado ocupada con esa otra sensación, una
 rodilla hacia abajo se curvaban en un ángulo que hacía   sensación que  no  tengo  palabras  para  describir.  1\1e
 pensar en la  posibilidad de que hubiera estado dema­  sentía llena de felicidad, pero era un tipo de felicidad
 siado tiempo en el mar o sencillamente de que nunca   que no había experimentado nunca antes,  y  esa felici­
 hu hiera aprendido a andar correctamente. Tenía el ve­  dad  se  desbordaría  fuera  de  mí  y  bajaría
 llo  de  las  piernas tan  ensortijado  como si  los pelos   vertiginosamente por una larga, larguísima carretera y
 fueran pedazos de hilo enrollados entre el pulgar y el   entonces la carretera se terminaría y yo me sentiría va­
 índice, listos para empezar a coser, y lo mismo sucedía   cía y triste, porque, ¿ qué podría venir después de eso?
 con el vello de los brazos, el pelo de las axilas, el pelo   ¿Cómo  terminaría?
 del pecho; en aquellos lugares el pelo era negro y cre­  No todo tiene un final, aun cuando lo que  hay  al
 cía de modo poco denso; el pelo de la cabeza y el pelo   principio cambie.  La primera vez que nos acostamos



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