Page 138 - Autobiografia de mi Madre v.2
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este 11 oeste, más ancha hacia el centro, con dimínutos   cabello n 1 ojado, tenía ta piel helada )  estaba rodeada de
              pero bíen marcados pliegues, de un color ligera.mente     gente parada sobre pequeños charcos de agua y Jodo,
              más claro  q ue el marrón de el mar de leña en el  q ue   tiritando, pero empecé a sudar a causa de un esfuerzo
              flotaba, d  p unto en el  que se unían los 1abios difumina­  <.Jue estaba haciendo sin ser consciente de eJlo; ernpecé
              do en d  rosa mas  rosa que se pueda imaginar, y por      a sudar porque tenía calor y empecé a  sudar por q ue
              mucho (Jue hubiera tenido su boca en 1a mfa mH veces,    me sentía feliz. Llevaba el  pelo recogido en dos tren­
              siempre era nueva para mt Debe de haberme sonreí­        zas cuyas puntas caían justo por debajo de la clavícula;
              do,  aunq ue en  realidad  no  lo  sé, pero no  me gusta   toda h humedad que me empa p aba el pelo se acumu­
              pensar  q ue  pudiera amar a al ien que antes  no me     laba  g oteando  por las  t1'enzas,  como  si  fueran dos
                                        gu
              hubiera  sonreído.  Ew,ba lloviendo  desde  hacía  rato,   canalones de desagüe, el a g ua rezumaba por mi vesti�
              un  fuerte aguacero,  y  yo  me  había  cobijado  bajo  el   do, justo bajo la clavícula,  y  deseendfa deslizándose por
              soportal Je una mercería con otras personas. La Huvia    el pecho  para detenerse en el punto en el  q ue las  punras
              constituía un inoportuno trastorno, pues no era nece­    de los senos se apretaban contra la tela, revelando, tan
              fH ltia;  había  caído  ya.  dc1nasiada  a g ua,  y  no seguía   nítidos como si estuvieran redén estampados, los pe­
              estando exdusívamentc fuera, rebosando por endma         rnnes. Me estaba mirando mientras hablaba con otra
              de las cunetas, sino  que ahora había agua también en el   persona,  )' su boca se abría y se  cerraba haciéndose
              interior )  cayendo a través de las  g oteras de los techos.   más  g rande y más pe q ueña, y yo querfa que se fijara en
              Y o   estaba bajo el soportal y me había sumer g ido pro­  mí,  p ero había demasiado ruido: todos los  q ue se ha­
              fundamente en mi interior, disfrutando plenamente de     bían refugiado  de la intensa lluvia  en  aquel  soportal
              la desesperación que mi  pro p ht existencia me hacía sen�   tenian algo que querían decir� no acerca. del clima (eso
              tir.  Lleyaba  un  vestido;  aquella mañana  me  había   ya había sido suficientemente comentado) sino acerca
              cepillado el  p elo; a q ueHa mañana me había aseado. No   de :sus vidas�  p robablemente sobre sus dece p dones en
              estaba mirando nada en particular cuando vi su boca.     la mayorfa de !os  casos, p ues la alegría es tan efimera
              Estaba hablando con otrn persona )  pero me miraba a     que no ha y  tiempo suficiente para expfayarse con ella.
              mf.  La  p ersona  con la  que estaba hablando  era  una   El ruido,  que empezó sjendo un murmull o,  fue cre­
              mujer. En ague! momento su boca no parecía una isla      ciefldo hasta convertirse en una auténtica al rabía, y
                                                                                                             ga
              en calma sobre el mar, sino una pequefia mancha de       a q uella ruidosa algarabía tenía un desagradable sabor a
              tierra vista desde  g ran altura  y p uesta en movimiento   metal  y  vina g re,  pero yo sabía que su boca  podía ha­
              p or una fuerza gue todavía no podía verse.             cerlo desápareccr si conse g uía alcanzarla; así  q ue grité
                 Cuando  vio  que yo  le miraba, abrió aún  más la    mi nombre, y supe  que él me había oído de inmediato,
              boca, y aguello tiene que haber sido la sonrisa. Vi en­  pero no dejó de hablar con la mujer con la  q ue estaba
              tonces < ¡ ue tenía muy separados los  dos dientes de   conversando, así  q ue tuve  que gritar mí nombre una v
              delante, lo que probablemente significaba que  no se    otra vez hasta que él dejó de hablar, y para entonces
              podía confiar en él, pero no me importó. Y o   tenfa el   era ya como si mi nombre le tuviera cncadenado 1  del
              vestido empapado, tenía los zapatos mojados, tenía el   mismo modo que la visión de su boca me había enea-


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