Page 14 - Autobiografia de mi Madre v.2
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día durante toda mi vida. Mucho después de que fina­    una blusa beige;  un uniforme cuyos colores  y  esti1o
             lfaar:a mi tormento -zanjado de un modo que no gustó    imitaban los colores y d estilo de una escuela pertene­
             a '.\fa Eunice, puesto gue yo no había pedido pcrdór�,   ciente a otro lug,1.r, un lugar muy lejano; y llevaba un
             cogí fas tres tortugas y las coloqué en un espado cerca­  par <le zapatos de gruesa lona rnarrón }' calcetines de
             do del  <]UC no  podían  entrar y salir a  su  antojo,  de   algodón marrones gue mi padre había conseguido, yo
             forma que w  existencia dependía  por  completo de      no sabía dónde 1  para mí. Y mencíonar que no sabía de
             mí. Yo les llevaba hojas de hortalizas y agua en peque­  dónde habían salido aquellas cosas, decir que me intri­
             ñas  conchas  marinas,  1\1c  parecían  hermosos, sus   gaban, es referirme en realidad al hecho de que aquélla
             c a parazones  de color gris  oscuro  con  pálidos  cír­  eta la primera  vez  en  mi vida que llevaba zapatos  y
             culos amarHlos 1  sus largos cucHos, sus ojos de mirada   calcetines, que hicieron que los pies m� dolieran y se
             impasible,  su manera  lenta  y deliberada  de  mover;;e,   me  hincharan y fueron  la causa de que me salieran
             Pero  $C  escondían  en el interior de  sus  caparazones   ampollas y llagas en la piel, pero yo tenía que llevarlos
             cuando yo no quería que lo hicieran, r cu:ando las lla­  hasta que mis pies se acostumbraran a dlos, y mis pies
             maba) no salían, Para darles una lección, cogí un poco   -todo mí cuerpo- así lo hicieron. Aquélla era una ma­
             de barro del lecho del río,  tapé con él los pequeños    ñana  como  cualquier o t ra >  tan  normal  como para
             orificios por los que  sacaban el cuello y dejé que se   parecer profunda: había lugares  soleados y otros que
             secara. Cubrí con pícdms el lugar en el que vivían y du­  no io estaban, y ambos (soleados, nubosos) ocupaban
             rante bastantes <lías me okidé de elJas. Cuando las recordé   diferentes espacios en el cielo con naturalidad; estaba
             de  11\.lC\'O)  fui a echarles un vü;tazo al lugar en que las   el verde de las ho¡as, la roja explosión de las flores en
             había dejado. Para entonces estaban todas muertas.       los vistosos árboles,  el  fruto  amarillo pálido  de  los
                Mi padre quería que me llevaran a la escuela. Em      anacardos, el olor de la lima, el olor de los almendros,
             una petición poco habitual; las niñas no iban a Ja escue­  el café en mi aliento, la falda de Eunice golpeándome
             ia., de los hiios de Ma Eunice, ninguna de las niñas asistía   en la cara llevada por el viento, y los excitantes olores
             a fas dases. Nunca sabré qué le índu)o a éf a hacer ta!   procedentes de su entrepierna c1ue nunca olvidaré, has­
             cosa, Lu único que  se me ocurre es  que deseaba a)go    ta el punto de ,¡ue siempre que siento mi propio olor
             así para mí sin haber pensado demasiado en dio, por­     me acuerdo de ella. El río estaba bajo, por lo que no oí
             c.1ue, a] fin y a) cabo, ¿de qué le iba a servir la cducad6n   el rumor del agua corriendo sobre piedras; soplaba
             a alguien como yo? No puedo hablar más <¡ue de aque­     una brisa tan suave que fas hojas no susurraban en los
             llo que no  tuve; sóio puedo valorarlo comparándolo      árboles.
             con lo < ¡ ue sí tuve y encontrar en la diferencia la desdi­  Experimenté todas esas sensaciones para la vista, d
             cha como resultado. Y sin embargo, sin embargo ... ésa   olfato y el oído durante d trayecto por el sendero, ba­
             fue la razón de que viera por primera vez lo que había   jando por él camino de la escuela. Cuando llegué a la
             más allá del sendero que se alejaba de mí casa. Y qué    carretera y puse  en ella mi  p:c  recién calzado, estaba
             bien recuerdo el tacto que tenía la tela de mi falda y mi   haciendo aquello por primera vez. Fui consciente de
             blusa -áspero porgue eran nuevas--, una falda verde y    .ello.  Era  una carretera hecha de piedras  pequeñas  y


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