Page 9 - Autobiografia de mi Madre v.2
P. 9
más, porque era un hombre muy vanidoso> su aspec principio en broma, pero poco tiempo después, cuan
to era algo muy importante para él. El hecho de guc do empecé :a hacerlo condnuamente, creyó que eso
yo constitufa una carga para él, eso lo sé; sé que tam significaba que era capaz de ver espíritus. Yo no veia
bién su ropa sucia constituía una carga para él; y sé en absoluto espíritus o fantasmas ) simplemente estaba
c1t1c no era capa;,; de cuidar de mí, y tampoco de lavar buscando aquel rostro ) el rostro que jamás vería, aun
su propia ropa. cuando viviera eternamente.
Había vivido con mi madre en una casa muy pe Nunca Hegt1é a <1uerer a esa mujer con la que me
quefia. Era pobre > pero no porque fuer� una buena dejó mi pa<lre� esa mujer que no era mala conmigo pero
persona; aún no <había cometido suficientes maldades que tampoco era capaz de demostrar ternura porc¡uc
como parn hacerse rico. La casa estaba en una coJina} y no sabía cómo hacerlo ... y quízá nü pudiese quererla
él había bajado por la ladera llevando en eguíllbrio en porque, tampoco yo, sabía cómo hacerlo. Me alimentó
una mano a su hija y en la otra su ropa; y había entre con papillas cuando rechazaba su leche y todavía no
gado los dos bultos, el fardo de ropa y el bebé, a una tenía dientes; cuando me salieron los dientes, lo primero
mujer. Ella no era familiar suya ni de rnl madre; se que hice fue hundírselos en la mano mientras me daba
llamaba Eunice Paul, y tenía ya seis hijos, el último de de comer. De su boca brotd un sonido sofocado, �ás
los cuales era todavía un recién nacido. Por eso le que de sorpresa que de dolor, y supo interpretar aquello
daba todavía algo de leche en los pechos para darme, como lo que realmern:e era -n1i primera manifestación
pero a mf me sabía amarga y no la mamaba. Vivía en de ingratitud-, lo que la puso en guardia contra mi para
una casa alejada de todas las demás, desde la que se el resto del tiempo en que tuvimos relación.
divisaba una amplia vista del mar y las montañas, v No hablé hasta cumplil' los cuatro años. Eso no
cuando yo me mostraba irritable y desconsolada, m� enturbió la felicidad de nadie ni por un segundo; no
envolvía en trapos viejos y me dejaba apoyada a la había nadie que fuera a preocuparse por ello, en cual
sombra de un árbol, y ante la panorámica de aquel quier caso. Yo sabía que podía hablar, pero no quería
mar y aquellas montañas, inconsolable1 vo me deshacía hacerlo. Veía a mi padre cada quince días, cuando ve
en lágrimas hasta quedar exhausta. nía a recoger su ropa Jimpia. Nunca se me ocurrió
Ma Eunice no era mala: me trataba exactamente pensar que fuera allí para verme; mi idea de las cosas
igual guc a sus propios hijos ... aunque eso no si ifica era que venía a recoger su ropa Hmpia. Cuando apare
gn
que fuera precisamente tierna con sus propios hijos. da, me llevaban con éi y me pregur:taba cótno estaba,
En un lugar como ése, la brutalidad es la única heren pero .sólo era una formalidad; nunca me tocaba nl me
cia verdadera, y a veces la crueldad es lo único guc se miraba a los ojos. ¿Acaso había algo gue ver en mis
ofrece con franqueza, A mi eHa no me gustaba, y echa ojos? Eunice lavaba, planchaba y plegaba su ropa; la
ba de menos el rostro que nunca había visto; miraba · envolvía en tela de nanquín como si se tratara de un
por encima del hombro para ver si se acercaba al regalo, en dos pulcros e impecables ¡,a,¡uetes que co
guien, como si esperase que fuera a llegar alguien, y locaba sobre una mesa, la única mesá de la casa, en la
1\fa Eunice me preguntaba qué estaba mirando, al que permanecían hasta que él venia a recogerlos. Hacía
8 9