Page 16 - Autobiografia de mi Madre v.2
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tierra muy prensada, y a cada paso que daba me sentía   detalle, en el momento en que se presentaba, quedaba
             torpe; el suelo se movía bajo mis pies, que resbalaban  ·  grabado en mi mente con tal intensidad y nitidez que
             hacia atrás. La carretera se extendía ante mí hasta des­  ahora no  dudo  de  la  fidelidad  de  mis  recuerdos; en
             vanecerse  tras  una  curva;  seguimos  andando  hacia  aquel momento no significaban nada, carecían de con­
             aquella curva, IJegamos a la curva y la curva dio paso a  texto, yo no sabía aún cuál  iba a ser  el  curso  de los
             otro tramo de carretera al final del cual había otra cur­  acontecimientos, no conocía los antecedentes. Jv1i maes-
             va. Llegamos a la escuela antes de que acabara la última  tra  era  una  mujer  que  había  sido  e d ucada por
                                                                                                                           /';
             curva. Era un edificio pequeño con una puerta y cua­    misioneras metodistas; pertenecía al  pueblo africano,   ti               r
                                                                                      '.
                                                                                                 �
             tro ·ventanas; tenía el sucio de madera; un pequeño reptil  yo lo veía claramen e, y había en ontrado en ello una  ,,,,-h��  � w.,,' \l,i- � "v-
                                                                                                         _  _
             se arrastraba sobre una viga en el techo; había tres lar­  fuente de hum1lJac10n y de avers1on por s1 misma; lle-  J,e.
             gos pupitres alineados uno detrás del otro; había una   �  la desesperación  como si  fuera una prenda de
             gran mesa de madera y una silla frente a los tres pupi­  vestir, como un manto o un bastón en el que apoyarse
             tres largos; en la pared, detrás de la mesa y la silJa de  constante�:0_{;:_�.t-�_,  __  1:-1:1_�.--�-�E��-cia que nos  tran_�.l!l:�-�g-��--ª­
             madera había un mapa; en la parte superior del mapa     nosotros. No sentía afecto por nosotros; nosotros no
             estaban las palabras "E] Imperio Británico". Esas fue­  sentíamos afecto por ella; no sentíamos afecto el uno
             rpn las primeras palabras que aprendí a leer.           por el otro entonces, ni "Ilunca. Eramos siete �iñ¿;;~·;:
                En aquella estancia siempre había exclusivamente     yo. Los niKOStaíTISlén rert-Cñecían todos al  pueblo afri­
             chicos; no  me senté en un aula con otras chicas hasta  cano. Mi maestra y esos niños no dejaban de mirarme:
             que fui mayor. No estaba asustada ante aquella situa­   yo tenía las cejas muy pobladas; mi cabello era áspero,
             ción,  nueva  para  mí:  no  conocía  ese  sentimiento   tupido y ondulado; tenía los ojos muy separados y al­
             entonces y sigo sin conocerlo ahora. No estaba asusta­   mendrados; mis labios eran grandes y se estrechaban
             da porgue mi madre había muerto ya, y eso es Jo único    de repente. Yo pertenecía al pueblo africano, pero no
             de  lo que un niño tiene realmente miedo;  cuando yo     exclusivamente.  Mi  madre era caribeña _y eso era lo
             nací, mi madre murió, y yo llevaba ya todos aquellos     que veían cuando me miraban: el pueblo caribeño ha-  /,  ·
             años  viviendo con Eunice, una mujer que no  era mi      bía sido  vencido  y  luego exterminado,  arrojado y ,--- ­
             madre y no podía quererme, y sin mi padre, sin saber     � sparcí<lo como semillas en un ja.rdín; el pueblo africa-
             nunca cuándo iba a verle de nuevo, así que no estaba     no  había  sido  ��!.!__<,>tado  pero  había  sobrevivido.
             asustada  por  la  nueva  situación c1ue me  tocaba vivir  Cuando me miraban a mí veían  sólo la parte corres­
             (Quizá no sea del todo cierto que no estuvlCra asusta­   pondiente al  pueblo  caribeño.  Se  equivocaban, pero
             da entonces, pero sin duda aquéUa no iba a ser la única  yo no se lo dije.'
             ocasión en la que no quisiera reconocer mi propia vul­      Empecé a hablar bastante abiertamente entonces  ...
             nerabilidad).                                            c.onmigo misma muy  frecuentemente,  con otras per-
                Si hablo ahora de agudlos primeros días con clari­         sólo cuando era absolutamente necesario. En la
             dad y capacidad de reflexión no es porque invente nada,  :, e,,cuela hablábamos  inglés  -inglés  correcto,  no  crio­
             ni tendría por c¡ué sorprender; por aquel entonces cada      mientras que entre nosotros hablábamos francés



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