Page 134 - Autobiografia de mi Madre v.2
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ciéndolo 1 Jo hadan de todos modos. Su naturaleza y como tal se me definía brevemente: dos pechos ¡ una
ajena no era particularmente ofensiva; ,sjmplemente pequeña aberturn entre fas piernas, un útero; nunca va�
me resultaba cada vez más familiar. Ella se sentaba en ría y todo está siempre en el mismo sitio. Ella jamás se
p alanganas de a g ua frfa para enfriar su ardiente cuer habría descrito de esta forma, habría sentJdo repu g na
po y luego se sentaba en palanganas de agua caliente da ante una descripción como esa, una descripción así
para calentar su cuerpo helado. La primera vez g ue la contienc: en el núcleo de su esencia d acto de la auto
vi, estaba en pie frente a un espejo restregándose las poseslón, y en aquel momento mi persona era lo único
pequeñas piedras viejas que eran sus senos, pero por que yo tenfa que fuera realmente mío. Así pues 1 no era
lo que pude ver lo hacia sin apetencia: su boca no precisamente a ella a quien podía plantearle la pre¡,>1.m
estaba abierta, sus piernas no estaban ligeramente se ta; ¿ Por gué fas mujeres se odian entre sí? Y esa vida
paradas, sus manos se Hmitaban a ir de un lado a otro que ella (y PhíLip, y todos los que tenían su misma apa
en un movimiento circular alrededor de los pechos, riencia) vivía entre nosotros� esa vída desaho¿,:rada, esa
El azul de sus ojos era de una tonalidad más apropia vjda cómoda, el resultado de un gran triunfo; una vida
da para una ampHa extensión como el cielo o el mar, a fa que nadie parece capaz de resistirse 1 de dominio
y enmarcados en su rostro enjuto y seco, aquellos ojos sobre los demás� era también um vida de 1nuerte, una
confirmaban su naturaleza mezquina. Yo siempre es muerte dísrima a la del enterrador Lazarus, distinta a la
t:aba deseando ver su rostro ) no por g usto, por mía> pero n1ucrte de todos modos ) una muerte en vjda,
curiosidad, y siem p re me desconcertaba com p robar pues cada :acción, buena o mala, contiene en sí misma
q ue no habfa nada nuevo en él: en absoluto suaviza su propia recompensa, buena o mala; cada acto que
do, sin lágrimas, sin remordimientos, sln discul p as; llevas a cabo es un regalo a ti mismo. Ella mudó. Yo
ella era una señora, yo eta una muier, y hacer esa dis me casé con su marido, pero eso no significa tiue ocu
tindón era importante para ella; le pcrmhfa creer que para su lugar.
yo nunca asociaría lo ordinario, lo cotidiano -el mo
vimiento de Jos intestinos, un grito de pasión- con
ella, y un insignificante acto de crueldad se vefa eleva
do a la categoría de rito de la civilización. 1\sí, decía
cosas como: nHay una mujer <.¡ue pone una parada
todos los martes en la esquina de las calles Kin g Geor
ge y :'.farket; dile gue la señora que compró ... " Era
una descripción de ella más acertada de lo que ella
hubiera querido� pues es cierto que una señora es una
combJnadón de eJaboradas invenciones, un cúmu)o
de elementos relacionados con fa apariencia externa 1
aderezos faciales y de otras partes del cuerpo, distor
siones, mentiras y esfuerzos vacíos. Yo era una mujer
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