Page 22 - Fahrenheit 451
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-¡Buenas noches! imbécil subconsciente que a veces andaba balbuceando,
Empezó a andar por el pasillo que conducía hacia su comple am�nte desligado de su voluntad, su costumbre Y
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casa. Después, pareció recordar algo y regresó para mirar su conc1enc1a.
a Montag con expresión intrigada y curiosa. Volvió a mirar la pared. El rostro de ella también se
-¿Es usted feliz? -preguntó. parecía mucho a un es ejo. lmposibl . ¿Cuánta gente ha
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-¿Que si soy qué?-replicó él. bía que refractase hacia uno su prop1 l z? Por lo g ne
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Pero ella se había marchado, corrierdo bajo el claro ral, la gente era -Montag buscó un s1m l, lo encontro en
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de luna. La puerta de la casa se cerró con suavidad. su trabajo- como antorchas, que ard1an hasta consu
mirse. ¡Cuán pocas veces los rostros de las otras pers �� as
captaban algo tuyo y te devolvían tu propia expres10 ,
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-¡Feliz! ¡Menuda tontería! tus pensamientos más íntim ! i� uella muchacha te ia
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Montag dejó de reír. un increíble poder de idenuficacion; era como el avido
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Metió _l a 1!1ano en el agujero en forma de guante de su espectador de una función de marionetas, previendo cada
puerta pnnc1pal y le dejó percibir su tacto. La puerta se parpadeo, cada movimiento de una mano, cada estreme
deslizó hasta quedar abierta. cimiento de un dedo, un momento antes de que suc�
,
«Claro que soy feliz. ¿Qué cree esa muchacha? ¿Que diese. ¿Cuánto rato habían caminado juntos? ¿Tres mi
no lo soy?», preguntó a las silenciosas habitaciones. Se nutos? ¿Cinco? Sin embargo, ahora le parec1a un rato
inmovilizó con la mirada levantada hacia la reja del venti interminable. ¡Qué inmensa figura tenía ella en el escen
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lador del vestíbulo, y, de pronto, recordó que algo estaba rio que se extendía ante sus ojos! ¡Qué sombra produc1a
oculto tras aquella reja, algo que parecía estar espiándole en la pared con su esbelto cuerpo! Montag se dio cuent �
en aquel momento. Montag se apresuró a desviar su mi de que, si le picasen los ojos, ella pestañearía. : de que 1
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rada. los músculos de sus mandíbulas se tensaran 1mperc pt1-
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¡Qué extraño encuentro en una extraña noche! No re blemente, ella bostezaría mucho antes de que lo hicie-
; cordaba nada igual, excepto una tarde, un año atrás, en ra él.
que se encontró con un viejo en el parque y ambos ha «Pero -pensó Montag-, ahora que caigo en ello, la
blaron ... chica parecía estar esperándome allí, en la calle, a tan
\__ Montag meneó la cabeza. Miró una pared desnuda. El avanzada hora de la noche ... »
rostro de la muchacha estaba allí, verdaderamente her Montag abrió la puerta del dormitorio.
moso por lo que podía recordar o, mejor dicho, sorpren Era como entrar en la fría sala de un mausoleo des
pués de haberse puesto la luna. Oscuri? ad completa,
dente. Tenía un rostro muy delgado, como la esfera de
ni un atisbo del plateado mundo extenor; las
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un pequeño reloj entrevisto en una habitación oscura a �� nta
medianoche cuando uno se despierta para ver la hora y nas herméticamente cerradas convertían la hab1tac1on en
descubre el reloj que le dice la hora, el minuto y el se un mundo de ultratumba en el que no podía penetrar
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gund , con un silencio blanco y un resplandor, lleno de ningún ruido de la gran ciudad. La habitación no estaba
s gundad y sabiendo lo que debe decir de la noche que vacía.
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discurre velozmente hacia ulteriores tinieblas, pero que Montag escuchó. .
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también se mueve hacia un nuevo sol. El delicado zumbido en el aire, seme¡ante al de un
-¿Qué? -preguntó Montag a su otra mitad aquel mosquito, el murmullo eléctrico de una avispa oculta en
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