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dado lo terrible y real que puede ser. » ¿ Se da cuenta? libre en el aire; el cerebro desparrama sus preciosos re-
-Granger se volvió hacia Montag-. El abuelo lleva mu cuerdos y muere.
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chos años muerto, pero si me levantara el cráneo, ¡por Resultaba increíble. Sólo un gesto. Montag v10 el ale
Dios!, en las circunvoluciones de mi cerebro encontraría teo de un gran puño de metal sobre la ciudad, y conocía
las claras huellas de sus dedos. Él me tocó. Como he di el aullido de los reactores que le seguirían diciendo, tras
cho antes, era escultor. «Detesto a un romano llamado de la hazaña: Desintégrate, no d ejes piedra so bre pie dra,
Statu Quo», me dijo. «Llena tus ojos de ilusión -decía-. perece. Muere.
Vive como si fueras a morir dentro de diez segundos. Ve Montag inmovilizó las bombas en el cielo por un
al mundo. Es más fantástico que cualquier sueño real o breve momento, su mente y sus manos se levantaron des
imaginario. No pidas garantías, no pidas seguridad. validamente hacia ellas.
Nunca ha existido algo así. Y, si existiera, estaría empa -¡Corred! -gritó a Faber, a Clarisse-. ¡Corred!
rentado con el gran perezoso que cuelga boca abajo de -a Mildred-. ¡Fuera, marchaos de ahí!
un árbol, y todos y cada uno de los días, empleando la Pero Clarisse, recordó Montag, había muerto. Y Fa
vida en dormir. Al diablo con eso -dijo- sacude el ár ber se h ab ía marc h ado; en algún valle profundo de la re
bol y haz que el gran perezoso caiga sobre su trasero.» gión, el autobús de las cinco de la madrugada estaba en
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-¡Mire! -exclamó Montag. camino de una desolación a otra. Aunque la desolación
Y la guerra empezó y terminó en aquel instante. aún no había llegado, todavía estaba en el aire, era tan
Posteriormente, los hombres que estaban con Montag cierta como el hombre parecía hacerla. Antes de que el
no fueron capaces de decir si en realidad habían visto autobús hubiera recorrido otros cincuenta metros por
algo. Quizás un leve resplandor y movimiento en el cielo. la autopista, su destino carecería de significa�o, y su
Tal vez las bombas estuviesen allí, y los reactores, veinte punto de salida habría pasado a ser de metrópoli a mon
kilómetros, diez kilómetros, dos kilómetros cielo arriba tón de ruinas.
durante un breve instante, como grano arrojado desde lo Y Mildr,ed ...
alto por la enorme mano del sembrador, y las bombas ca ¡Fuera, corre!
yeron con espantosa rapidez y, sin embargo, con una re Montag la vio en la habitación de su hotel, durante el
pentina lentitud, sobre la ciudad que habían dejado atrás. medio segundo que quedaba, con las bombas a un metro,
El bombardeo había terminado para todos los fines y un palmo, un centímetro del edificio. La vio inclinada ha
propósitos, así que los reactores hubieron localizado su cia el resplandor de las paredes televisivas desde las que la
obietivo, puesto sobre aviso a sus apuntadores a ocho mil «familia» hablaba incesantemente con ella, desde donde
kilómetros por hora; tan fugaz como el susurro de una la familia charlaba y discutía, y pronunciaba su nombre,
guadaña, la guerra había terminado. Una vez soltadas las y le sonreía, y no aludía para nada a la bomba que estaba
bombas, ya no hubo nada más. Luego, tres segundos a un centímetro; después, a medio centímetro; luego a un
completos, un plazo inmenso en la Historia, antes de que cuarto de centímetro del tejado del hotel. Absorta en la
las bombas estallaran, las naves enemigas habían reco pared, como si en el afán de mirar pu?iese encont ar l
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rrido la mitad del �irmamento visible, como balas en las secreto de su intranquilidad e insommo. M1ldred, mch
que un salvaje quizá no creyese, porque eran invisibles; nada ansiosa, nerviosamente, como para zambullirse, caer
sin embargo, el corazón es destrozado de repente, el en la oscilante inmensidad de color, para ahogarse en su
cuerpo cae despedazado y la sangre se sorprende al verse brillante felicidad.
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