Page 176 - Fahrenheit 451
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gún día dejaremos de levantar esas malditas piras fune­                Más tarde, al cabo de uno o de seis meses, y no menos de
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          rarias y a arrojarnos sobre ellas. Cada generación, habrá              un año, Montag volvería a andar por allí solo, y seguiría
          más gente que recuerde.                                                andando hasta que alcanzara a la gente.
             Granger sacó la sartén del fuego, dejó que el tocino se                Pero,  ahora,  le esperaba una larga caminata hasta  el
          enfriara, y se lo comieron lenta, pensativamente.                      mediodía y si los hombres guardaban silencio era porque
            -Ahora, vámonos río arriba -dijo Geo.rge-. Y ten­                    había que pensar en todo, y mucho que recordar. Quizá
          gamos presente una cosa: no somos importantes. No so­                  más avanzada la  mañana,  cuando el sol  estuviese alto y
          mos nada. Algún día, la carga que llevamos con nosotros                les hubiese calentado, empezarían a hablar, o sólo a decir
          puede ayudar  a alguien.  Pero incluso cuando teníamos                 las cosas que  recordaban, para estar seguros de que se­
          los libros en la mano, mucho tiempo atrás, no utilizamos               guían allí, para estar completamente ciertos de que aque­
          lo que sacábamos de ellos. Proseguimos impertérritos in­               llas cosas estaban seguras en su interior. Montag sintió el
          sultando a los  muertos.  Proseguimos escupiendo  sobre                leve  cosquilleo de  las palabras,  su lenta  ebullición.  Y
          las tumbas de todos los pobres que habían muerto antes                 cuando le llegara el turno, ¿qué podría decir, que podría
          que nosotros.  Durante la próxima  semana, el próximo                  ofrecer en un día como aquél, para hacer el viaje algo más
          mes y el próximo año vamos a conocer a mucha gente so­                 sencillo? Hay un tiempo para todo. Sí. Una época para de­
         litaria. Y cuando nos pregunten lo  que hacemos, pode­                  rrumbarse, una época para construir.  Sí.  Una hora para
         mos decir:  «Estamos recordando. »  Ahí es donde vence­                 guardar  silencio y otra para  hablar.  Sí,  todo.  Pero,  algo
          remos a la larga.  Y, algún día,  recordaremos tanto,  que              más. ¿  Qué más? Algo, algo  ...
          construiremos la mayor pala mecánica de la Historia, con                   Y, a cada lado del río,  había un árbol de la vida,  con
         la que excavaremos la sepultura mayor de todos los tiem­                 doce clases distintas de frutas, y cada mes entregaban su
         pos, donde meteremos  la guerra y la enterraremos.  Va­                 cosecha; y las hojas de los árboles servían para curar a las
         mos, ahora.  Ante todo, deberemos construir una fábrica                  naciones.
         de espejos,  y durante el próximo año, sólo fabricaremos                    «Sí -pensó  Montag-,  eso es lo que guardaré para
         espejos y nos miraremos prolongadamente en ellos.                        mediodía. Para mediodía  ...  »
            Terminaron de comer y apagaron el fuego. El día em­                      «Cuando alcancemos la ciudad. »
         pezaba a brillar a su alrededor, como si a una lámpara ro­
         sada se le diera más mecha.
            En los árboles, los pájaros  que habían huido regresa­                                       FIN
         ban y proseguían su vida.
            Montag empezó a andar, y, al cabo de un momento, se
         dio  cuenta  de  que  los  demás le  seguían,  en  dirección
         Norte. Quedó sorprendido y se hizo a un lado, para de­
         jar que Granger pasara; pero  Granger le miró y,  con un
         ademán,  le  pidió que prosiguiera. Montag continuó an­
         dando.  Miró el  río,  el  cielo y las vías oxidadas que se
         adentraban hacia donde estaban las granjas, donde  los
         graneros estaban llenos de heno, donde una serie de per­
         sonas habían llegado por la noche, fugitivas de la ciudad.

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