Page 172 - Fahrenheit 451
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La primera bomba estalló. puerta donde tendría que haber habido una venta a, un
-¡Mildred! tejado en el sitio de un cimiento, y, después, la cmdad
Quizá, ¿quién lo sabría nunca? Tal vez las estaciones giró sobre sí misma y cayó muerta.
emisoras, con sus chorros de color, de luz y de palabras, El sonido de su muerte llegó más tarde.
fueron las primeras en desaparecer.
Montag, cayendo de bruces, hundiéndose, vio o sin
tió, o imaginó que veía o sentía, cómo las paredes se os Tumbado, con los ojos cubiertos de polvo, con una
curecían frente al rostro de Millie, oyó los chillidos de fina capa de polvillo de cemento en su boca, ahora ce
ella, porque, en la millonésima de segundo que quedaba, rrada, jadeando y llorando, Montag volvió a pensar:
ella vio su propio rostro reflejado allí, en un espejo en recuerdo recuerdo, recuerdo algo más. ¿ Qué es? Sí, sí,
vez de en una bola de cristal, y era un rostro tan salvaje parte del 'Eclesiastés y de la Revelación. Parte de ese libro,
mente vacío, entregado a sí mismo en el salón, sin tocar parte de él, aprisa, ahora,. aprisa antes de que se me es
cape, antes de que cese el viento. El libro del Eclesiastés.
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� ada, hambrie to y saciándose consigo mismo, que, por Ahí va. Lo recitó para sí mismo, en silencio, tumbado so
fm, lo reconoció como el suyo propio y levantó rápida
mente la mirada hacia el techo cuando éste y toda la es bre la tierra temblorosa, repitió muchas veces las pala
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tructura del hotel se derrumbó sobre ella, arrastrándole bras, y le salieron perfectas, sin esfuerzo, y por ningu a
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con un millón de kilos de ladrillos, de metal, de yeso, parte había «Dentífrico Denham», era tan sólo el Pred
de madera, para reunirse con otras personas en las colme cador entregado a sí mismo, erguido allí en su mente, mi
nas de más abajo, todos en rápido descenso hacia el só rándole ...
tano, donde finalmente la explosión le libraría de todo a -Allí -dijo una voz.
su manera irrazonable. Los hombres yacían boqueando como peces fuera del
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Recuerdo. Montag se aferró al suelo. Recuerdo. Chica agua. Se aferraban a la tierra como los niños se aferra a
go. Chicago, hace mucho tiempo. Millie y yo. ¡Allí fue los objetos familiares, por muy fríos y muertos que esten,
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donde nos conocimos! Ahora lo recuerdo. Chicago. sin importarles lo que ha ocurrido o lo que puede oc
Hace mucho tiempo. rrir· sus dedos estaban hundidos en el polvo y todos gn
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La explosión sacudió el aire sobre el río, derribó a los tab�n para evitar la rotura de sus tímpa os, para evitar el
hombres como fichas de dominó, levantó el agua de su estallido de su razón, con las bocas abiertas, y Montag
cauce, aventó el polvo e hizo que los árboles se inclinaran gritaba con ellos, una protesta contra el viento que les
hacia el Sur. Montag, agazapado, haciéndose todo lo pe arrugaba los rostros, les desgarraba los labios y les hacía
queño posible, con los ojos muy apretados. Los entrea sangrar las narices.
brió por un momento y, en aquel instante, vio la ciudad, Montag observó cómo la inmensa nube de polvo iba
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en vez de las bombas, en el aire. Habían permutado sus posándose, y cómo el inmenso silencio ªía sobre el
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posiciones. Durante otro de esos instantes imposibles, la mundo. Y allí, tumbado, le parec10 que veia cada grano
ciudad se irguió, reconstruida e irreconocible, más alta de de polvo y cada brizna de hierba, y que oía todos los gri
lo que nunca había esperado ser, más alta de lo que el tos y voces y susurros que se elevaban en el mun?º· El
hombre la había edificado, erguida sobre pedestales de silencio cayó junto con el polvo, y sobre todo el uempo
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hormigón triturado y briznas de metal desgarrado, de un que necesitarían para mirar a su alrededor, para conseguir
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millón de colores, con un millón de fenómenos, una que la realidad de aquel día penetrara en sus sentidos.
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