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feccionado el método  de  modo  que  podemos  recordar             seamos es conservar los conocimientos que creemos ha­
          cualquier cosa que hayamos leído una vez. ¿Le gustaría              bremos de necesitar, intactos y a salvo. No nos propone­
           algún día, Montag, leer La República de Platón?                    mos hostigar ni molestar a nadie.  Aún no.  Porque si se
             -¡Claro!                                                         destruyen, los conocimientos habrán muerto, quizá para
                                                                                                                                �
             -Y o  soy  La  República  de  Platón.  ¿ Desea  leer  a          siempre. Somos ciudadanos modélicos, a nuestra mane a
          Marco Aurelio? Mr. Simmons es Marco.                                especial.  Seguimos las viejas vías, dormimos en las coli­
                                                                                                                    �
             -¿ Cómo está usted? -dijo Mr. Simmons.                           nas, por la noche,  y la gente  de  las ciud des nos dejan
             -Hola -contestó Montag.                                          tranquilos. De cuando en cuando, nos detienen y nos re­
                                                                                                                               �
             -Quiero presentarle a Jonathan Swift, el autor de ese            gistran, pero en nuestras personas no hay nada que pu da
          malicioso libro político,  Los viajes  de  Gulliver.  Y  este       comprometernos. La organización es flexible, muy ágil y
          otro sujeto es Charles Darwin, y aquél es Schopenhauer,             fragmentada. Algunos de nosotros hemos sido sometidos
          y aquél, Einstein, y el que está junto a mí es Mr. Albert           a cirugía plástica en el rostro y en los dedos. En este mo­
                                                                                                                               �
          Schweitzer,  un  filósofo  muy  agradable,  desde  luego.           mento, nos espera una misión horrible. Esperamos a  ue
          Aquí  estamos  todos,  Montag,  Aristófanes,  Mahatma               empiece la guerra y, con idéntica rapidez, a que termme.
          Gandhi,  Gautama Buda, Confucio, Thomas Love Pea­                   No es agradable, pero es que nadie nos controla. Consti­
          cock, Thomas Jefferson y Mr. Lincoln. Y también somos               tuimos una  extravagante minoría  que  clama  en el de­
          Mateo, Marco, Lucas y Juan.                                         sierto. Cuando la guerra haya terminado, quizá podamos
             Todos rieron silenciosamente.                                    ser de alguna utilidad al mundo.
             -No es posible -dijo Montag.                                        -¿ De veras cree que entonces escucharán?
             -Sí lo es -replicó  Granger,  sonriendo-.  También                  -Si  no  lo  hacen,  no  tendremos  más  que  esperar.
          nosotros quemamos libros. Los leemos y los quemamos,                Transmitiremos los libros a nuestros hijos, oralmente, y
          por miedo a que los  encuentren.  Registrarlos en micro­             dejaremos que nuestros hijos esperen, a su  vez. De este
                                                                                                                    �
                                                                                                                        ?
          film no hubiese resultado.  Siempre  estamos  viajando,  y           modo se perderá mucho,  desde luego, pe o n se puede
          no queremos enterrar la película y regresar después a por            obligar a la gente a que escuche. A su de�1do tiempo,  1 e­
          ella. Siempre existe el riesgo de ser descubiertos. Mejor es         berá acudir, preguntándose qué ha ocurndo y por que el
          guardarlo todo en la cabeza, donde nadie pueda verlo ni              mundo ha estallado bajo ellos. Esto no puede durar.
          sospechar  su  existencia.  Todos  somos  fragmentos  de               -¿Cuántos son ustedes?
          Historia,  de Literatura y de Ley Internacional,  Byron,               -Miles,  que  van  por  los  caminos,  las  vías  férreas
          'J_'om Paine, Maquiavelo o Cristo, todo está aquí. Y ya va           abandonadas, vagabundos por el exterior, bibliotecas por
          s1endo tarde. Y la guerra ha empezado. Y estamos aquí, y             el  interior.  Al principio,  no se trató de  un plan. Cada
                                                                                                                               _
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          la cmdad está allí, envuelta en su  abrigo de  un  millar de         hombre tenía un libro que quería recordar, y así lo hizo.
          colores. ¿En qué piensa, Montag?                                     Luego, durante un período de unos veinte años, fuimos
             -Pienso que estaba ciego tratando de hacer las cosas              entrando en contacto, viajando, estableciendo esta orga­
                                                                                                                         �
          a mi manera, dejando libros en las casas de los bomberos             nización y forzando un plan. Lo más importan e que de­
          y enviando denuncias.                                                bíamos meternos en la cabeza es que no somos importan­
             -Ha hecho lo que debía. Llevado a escala nacional,                tes,  que  no  debemos  de  ser  pedantes.  No  debemos
          hubiese podido dar espléndidos resultados.  Pero nuestro             sentirnos superiores a nadie en el mundo. Sólo somos so­
          sistema es más sencillo y creemos que mejor. Lo que de-              brecubiertas para libros, sin valor intrínseco. Algunos de

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