Page 163 - Fahrenheit 451
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Chilló. ¡Chilló!   cuada entre el individuo y la  sociedad  y ... aquí estoy.
 Oscuridad.   ¡Bien venido, Montag!
 Silencio.   -Yo no soy  de  su clase -dijo Montag, por último,
 Negrura.   con voz lenta-. Siempre he sido un estúpido.
 Montag gritó en el silencio y se volvió.   -Estamos  acostumbrados a eso. Todos cometimos
 Silencio.   algún error, si no, no estaríamos aquí. Cuando éramos
 Y, luego, tras una pausa de los hombres sentados alre­  individuos aislados,  lo único que sentíamos era cólera.
 dedor del fuego, con los rostros inexpresivos, en la pan­  Y  o golpeé a un bombero cuando, hace años, vino a que­
 �alla oscura un anunciador dijo:   mar  mi  biblioteca.  Desde  entonces,  ando  huyendo.
 -La persecución  ha  terminado,  Montag ha muerto.  ¿ Quiere unirse a nosotros, Montag?
 Ha sido vengado un crimen contra la sociedad.  Ahora,   -Sí.
 nos trasladamos  al  Salón  Estelar del  «Hotel  Lux», para   -¿Qué puede ofrecernos?
 un programa de media hora antes del amanacer, emisión   -Nada. Creía tener parte del Eclesiastés, y tal vez un
 que ...   poco del  de la Revelación,  pero, ahora, ni  siquiera me
 Granger apagó el televisor.   queda eso.
 -No han  enfocado el rostro del  hombre.  ¿Se ha fi­  -El Eclesiastés sería magnífico. ¿Dónde lo tenía?
 jado? Ni su mejor amigo podría decir si se trataba de us­  -Aquí.
 ted.  Lo han presentado lo  bastante confuso para que la   Montag se tocó la cabeza.
 imaginación hiciera el resto. Diablos -murmuró-. Dia­  -¡Ah!  -exclamó  Granger,  sonriendo  y asintiendo
 blos ...   con la cabeza.
 Montag no  habló,  pero,  luego, volviendo la cabeza,   -¿Qué  tiene  de  malo?  ¿No está bien?  -preguntó
 permaneció sentado con la mirada fija en la negra panta­  Montag.
 lla, tembloroso.   -Mejor que bien;  ¡perfecto!  -Granger se volvió ha­
 Granger tocó a Montag en un brazo.   cia el reverendo-. ¿Tenemos un Eclesiastés?
 -Bien venido de entre los muertos. -Montag inclinó  -Uno. Un hombre llamado Harris, de Youngtown.
 la cabeza.  Gran_ger prosiguió-:  Será mejor que nos co­  -Montag -Granger apretó con fuerza un hombro
 nozca a todos. Este es Fred Clement, titular de la cátedra   de Montag-, tenga cuidado. Cuide su  salud.  Si algo le
 Thomas  Hardigan,  en Cambridge,  antes de que se con­  ocurriera a Harris, usted sería el Eclesiastés.  ¡Vea lo  im­
 virtiera en una  «Escuela de Ingeniería Atómica».  Este   portante que se ha vuelto de repente!
 otro es el doctor Simmons, de la Universidad de Califor­  -¡Pero si lo he olvidado!
 nia en  Los Ángeles, un especialista en Ortega y  Gasset;   -No, nada queda perdido para siempre. Tenemos sis-
 éste es el profesor West que se especializó en Ética, disci­  temas de refrescar la memoria.
 plina olvidada actualmente, en la Universidad de Colum­  -¡Pero si ya he tratado de recordar!
 bia. El reverendo Padover, aquí presente, pronunció unas   -No lo intente.  Vendrá cuando lo  necesitemos.  To-
 conferencias hace treinta años y perdió su rebaño entre   dos  nosotros tenemos  memorias fotográficas,  pero nos
 ún domingo y el siguiente, debido a sus opiniones. Lleva   pasamos la vida entera aprendiendo a olvidar cosas que
 ya algún tiempo con nosotros. En cuanto a mí, escribí un   en realidad están dentro. Simmons, aquí presente, ha tra­
 libro  titulado Los dedos  en el guante;  la relación ade-  bajado en ello durante veinte años,  y ahora hemos per-

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