Page 83 - La Casa de Bernarda Alba
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LA CASA DE BERNARDA ALBA
MARTIRIO: No dé voces.
MARÍA JOSEFA: Es verdad. Está todo muy oscuro. Como tengo el
pelo blanco crees que no puedo tener crías, y sí, crías y crías y crías.
Este niño tendrá el pelo blanco y tendrá otro niño y este otro, y
todos con el pelo de nieve, seremos como las olas, una y otra y otra.
Luego nos sentaremos todos y todos tendremos el cabello blanco y
seremos espuma. ¿Por qué aquí no hay espumas? Aquí no hay más
que mantos de luto.
MARTIRIO: Calle, calle.
MARÍA JOSEFA: Cuando mi vecina tenía un niño yo le llevaba cho
colate y luego ella me lo traía a mí y así siempre, siempre, siempre.
Tú tendrás el pelo blanco, pero no vendrán las vecinas. Y o tengo
que marcharme, pero tengo miedo que los perros me muerdan. ¿Me
acompañarás tú a salir del campo? Y o quiero campo. Y o quiero casas,
pero casas abiertas y las vecinas acostadas en sus camas con sus niños
chiquitos y los hombres fuera sentados en sus sillas. Pepe el Romano es
un gigante. Todas lo queréis. Pero él os va a devorar porque vosotras
sois granos de trigo. No granos de trigo. ¡Ranas sin lengua!
MARTIRIO: Vamos. Váyase a la cama. (La empuja).
MARÍA JOSEFA: Sí, pero luego tú me abrirás, ¿verdad?
MARTIRIO: De seguro.
MARÍA JOSEFA: (Llorando).
Ovej ita, niño mío.
Vámonos a la orilla del mar.
La hormiguita estará en su puerta,
yo te daré la teta y el pan.
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