Page 86 - La Casa de Bernarda Alba
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FEDERICO GARCÍA LORCA




        ADELA: Y a no aguanto el horror de estos techos después de haber
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        probado el sabor de su boca. Seré lo que él quiera que sea.  o do el
        pueblo contra mí, quemándome con sus dedos de lumbre, perseguida
        por los que dicen que son decentes, y me pondré la corona de espinas
        que tienen las que son queridas de algún hombre casado.

        MARTIRIO:  ¡Calla!


        ADELA: Sí. Sí. ( En tJOZ baja). Vamos a dormir, vamos a dejar que se
        case con Angustias, ya no me importa, pero yo me iré a una casita
        sola donde él me verá cuando quiera, cuando le venga en gana.

        MARTIRIO:  Eso no pasará mientras yo tenga una gota de sangre
        en el cuerpo.

        ADELA: No a ti que eres débil. A un caballo encabritado soy capaz
        de poner de rodillas con la fuerza de mi dedo meñique.

        MARTIRIO: No levantes esa voz que me irrita. Tengo el corazón lleno
        de una fuerza tan mala, que sin quererlo yo, a mí misma me ahoga.

        ADELA: Nos enseñan a querer a las hermanas. Dios me ha debido
        dejar sola en medio de la oscuridad, porque te veo como si n¿ te
        hubiera visto nunca.

              Se oye un silbido y Adela corre a la puerta, pero Martirio
              se le pone delante.
        MARTIRIO:  ¿Dónde vas?


        ADELA:  ¡Quítate de la puerta!

        MARTIRIO:  ¡ Pasa si puedes!
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