Page 218 - La Casa de Bernarda Alba
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FEDERICO GARCÍA LORCA
AMA: -¡Chist!
TíA: -Y recoge las dos orzas.
( Aparece Rosita. Viene vestida de un rosa claro con moda del 191 O.
Entra peinada con bucles. Está muy avejentada).
AMA: -¡Niña!
Rosita: -¿Qué hacéis?
AMA: -Criticando un poquito. Y tú, ¿a dónde vas?
Rosita: -Voy al invernadero. ¿Se llevaron ya las macetas?
TíA: -Quedan unas pocas.
(Sale Rosita. Se limpian las lágrimas las dos mujeres).
AMA: -¿Y ya está? ¿Usted sentada y yo sentada? ¿Y a morir tocan?
¿Y no hay ley? ¿Y no hay gábilos para hacerlo polvo? ...
TÍA: -Calla, ¡no sigas!
AMA: -Yo no tengo genio para aguantar estas cosas sin que el
corazón me corra por todo el pecho como si fuera un perro perse
guido. Cuando yo enterré a mi marido lo sentí mucho, pero tenía
en el fondo una gran alegría ... alegría, no ... golpetazos de ver que
la enterrada no era yo. Cuando enterré a mi niña ... ¿me entiende
usted?, cuando enterré a mi niña fue como si me pisotearan las
entrañas, pero los muertos son muertos. Están muertos, vamos
a llorar, se cierra la puerta, ¡y a vivir! Pero esto de mi Rosita es
lo peor. Es querer y no encontrar el cuerpo; es llorar y no saber
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