Page 216 - La Casa de Bernarda Alba
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FEDERICO GARCÍA LORCA


        señora!  ¡Salga el sol por las esquinas!  ¡Que nos espere muchos
        años todavía cortando rosas!

        TíA (Levantándose): -Estoy viejecita, ama. Tenemos encima una
        ruina muy grande.


        AMA: -No nos faltará. ¡También yo estoy vieja!

        TÍA: -¡Ojalá tuviera yo tus años!

        AMA: -Nos llevamos poco, pero como yo he trabajado mucho,
        estoy engrasada, y a usted, a fuerza de poltrona, se le han engara­
        bitado las piernas.

        TíA: -¿Es que te parece que yo no he trabajado?

        AMA: -Con las puntillas de los dedos, con hilos, con tallos, con
        confituras; en cambio yo he trabajado con las espaldas, con las
        rodillas, con las uñas.


        TÍA: -Entonces, ¿gobernar una casa no es trabajar?

        AMA: -Es mucho más difícil fregar sus suelos.

        TíA: -No quiero discutir.


        AMA: -¿Y por qué no? Así pasamos el rato. Ande. Replíqueme.
        Pero nos hemos quedado mudas. Antes se daban voces. Que si
        esto, que si lo otro, que si las natillas, que si no planches más  ...

        TíA: -Yo ya estoy entregada  ... y un día sopas, otro día migas, mi
        vasito de agua y mi rosario en el bolsillo, esperaría la muerte con
        dignidad  ... ¡Pero cuando pienso en Rosita!


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