Page 46 - Historias de Cronopios y Famas
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Varias veces la familia ha procurado que mi tía Tía explicada o no
explicara con al gun a coherencia su temor a caerse de
espaldas. En una ocasión fue recibida con un silencio
que se hubiera podido cortar con gu adaña; pero una
noche, después de un vasito de hesperidina, tía condes
cendió a insinuar que si se caía de espaldas no podría
volver a levantarse. A la elemental observación de que
treinta y dos miembros de la familia estaban dispuestos
a acudir en su auxilio, respondió con una mirada lán gu i
da y dos palabras: «Lo mismo». Días después mi herma Quien más quien menos, mis cuatro primos carna
no el mayor me llamó por la noche a la cocina y me mos les se dedican a la filosofía. Leen libros, discuten entre
tró una cucaracha caída de espaldas debajo de la pileta. ellos y son admirados a distancia por el resto de la fami
Sin decirnos nada asistimos a su vana y larga lucha por lia, fiel al principio de no meterse en las preferencias aje
enderezarse, mientras otras cucarachas, venciendo la nas e incluso favorecerlas en la medida de lo posible.
intimidación de la luz, circulaban por el piso y pasaban Estos muchachos, que me merecen gran respeto, se
rozando a la que yacía en posición decúbito dorsal. Nos plantearon más de una vez el problema del miedo de mi
fuimos a la cama con una marcada melancolía, y por una tía, llegando a conclusiones oscuras pero tal vez atendi
razón u otra nadie volvió a interrogar a tía; nos limita bles. Como suele ocurrir en casos parecidos, mi tía era la
mos a aliviar en lo posible su miedo, acompañarla a todas menos enterada de estos cabildeos, pero desde esa época
partes, darle el brazo y comprarle cantidad de zapatos la deferencia de la familia se acentuó todavía más.
con suelas antideslizantes y otros dispositivos estabiliza Durante años hemos acompañado a tía en sus titubean
dores. La vida si ió así, y no era peor que otras vidas. tes expediciones de la sala al antepatio, del dormitorio al
gu
cuarto de baño, de la cocina a la alacena. Nunca nos
pareció fuera de lugar que se acostara de lado, y que
durante la noche observara la inmovilidad más absoluta,
los días pares del lado derecho y los impares del izquier
do. En las sillas del comedor y del patio, tía se instala
muy er ida; por nada aceptaría la comodidad de una
gu
mecedora o de un sillón Morris. La noche del Sputnik la
familia se tiró al suelo en el patio para o5servar el satéli
te, pero tía permaneció sentada y al día si iente tuvo
gu
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