Page 44 - Historias de Cronopios y Famas
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(aunque tampoco sabemos de ningún caso parecido)                                 Tía en dificultades
         o un depósito de algún silicato u óxido cualquiera pro­
         ducido por una larga permanencia contra una superficie
         húmeda.  Es probable  que  avancemos  así  por diversos
         tramos de cañerías menores y mayores, hasta llegar a ese
         sitio donde ya nadie se decidirá a penetrar: el caño maes­
         tro enfilado en dirección al río, la reunión torrentosa de
         los detritus en la que ningún dinero, ninguna barca, nin­
         gún soborno nos permitirán continuar la búsqueda.
             Pero antes de eso, y quizá mucho antes, por ejem­                 ¿Por qué tendremos una tía tan temerosa de caerse
         plo a pocos centímetros de la boca del lavabo, a la altu­        de espaldas? Hace años que la familia lucha para curar­
         ra del departamento del segundo piso, o en la primera            la de su obsesión,  pero ha llegado la hora de confesar
         cañería subterránea, puede suceder que encontremos el            nuestro fracaso.�Por más que hagamos,'tía tiene miedo
         pelo. Basta pensar en la alegría que eso nos produciría,         de caerse de espaldas; y su inocente manía nos afecta a
         en el asombrado cálculo de los esfuerzos ahorrados por           todos1 empezando por mi padre, que fraternalmente la
         pura  buena  suerte,  para  escoger,  para  exigir  práctica­    acompaña a cualquier parte y va mirando el piso para que
         mente una tarea semejante, que todo maestro conscien­            tía  pueda  caminar  sin  preocupaciones,  mientras  mi
        te debería aconsejar a sus alumnos desde la más tierna            madre se  esmera en  barrer  el patio  varias  veces  al día,
        infancia, en vez de secarles el alma con la regla de tres         mis hermanas recogen las ·pelotas de  tenis con  que  se
         compuesta o las tristezas de Cancha Rayada.                      divierten  inocentemente  en  la  terraza  y  mis  primos
                                                                          borran toda huella imputable a los perros, gatos, tortu­
                                                                          gas y gallinas  que proliferan en casa.  Pero no sirve de
                                                                          nada  tía sólo se resuelve a cruzar las habitaciones des-
                                                                               '
                                                                          pués  de  un  largo titubeo,  interminables  observaciones
                                                                          oculares y palabras destempladas a todo chico que ande
                                                                          por ahí en ese momento.  Después se pone en marcha,
                                                                          apoyando primero un pie y moviéndolo como un boxea­
                                                                          dor en el cajón de resina, después el otro, trasladando el
                                                                          cuerpo  en  un desplazamiento  que  en  nuestra  infancia
                                                                          nos parecía majestuoso, y tardando varios minutos para
                                                                          ir de una puerta a otra. Es algo horrible.

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