Page 103 - Historias de Cronopios y Famas
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Aplastamiento de las gotas   Cuento sin moraleja














 Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo   Un hombre vendía gritos y palabras, y le iba bien,
 el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con   aunque encontraba mucha gente que discutía los precios
 goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan   y solicitaba descuentos. El hombre accedía casi siempre, y
 como bofetadas  uno  detrás de otro qué  hastío. Ahora   así pudo vender muchos gritos de vendedores callejeros,
 aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se   al gu nos suspiros que le compraban señoras rentistas, y
 . queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil   palabras  para  consignas,  slogans,  membretes  y  falsas
 brillos apagados, va creciendo y se tambalea, y va a caer   ocurrencias.
 y no se cae, todav!a no se cae.  Está prendida con todas   Por fin el hombre supo que había llegado la hora y
 las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los   pidió  audiencia al  tiranuelo  del  país,  que  se  parecía  a
 dientes mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que   todos  sus  colegas  y  lo  recibió  rodeado  de  generales,
 cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshe­  secretarios y tazas de café.
 cha, nada, una viscosidad en el mármol.   -Vengo a venderle sus últimas palabras -dijo el
 Pero las hay que se suicidan y se entregan en segui­  hombre-. Son muy importantes porque a usted nunca
 da, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece   le van a salir bien en el momento, y en cambio le con­
 ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose   viene decirlas  en  el duro  trance para confi rar fácil­
                                                  gu
 y el grito que las emborracha en esa nada del caer y ani­  mente un destino histórico retrospectivo.
 quilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós   -Traducí  lo  que dice -mandó  el  tiranuelo a  su
 gotas. Adiós.   intérprete.
             -Habla en argentino, Excelencia.
             -¿En argentino? ¿Y por qué no entiendo nada?
             -Usted  ha  entendido  muy  bien  -dijo  el  hom-
        bre-. Repito que vengo a venderle sus últimas palabras.


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