Page 101 - Historias de Cronopios y Famas
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Retrato del casoar   de  cuero y  un lanzallamas.  Cuando  el casoar  cesa  de
        correr despavorido alrededor  de  la cazuela de afrecho
        que le ponen, y se precipita con saltos de camello sobre
        el guardián, no queda otro recurso que abrir el lanzalla­
        mas. Entonces se _ve esto: el río de fuego lo envuelve y el
        casoar,  con todas las plumas  ardiendo,  avanza sus últi­
         mos pasos mientras prorrumpe en un chillido abomina­
         ble. Pero su cuerpo no se quema: la seca materia esca­
         mosa, que es su orgullo y su desprecio, entra en fusión

 La primera cosa que hace el casoar es mirarlo a uno  fría, se enciende en un azul prodigioso, en un escarlata
 con altanería desconfiada. Se limita a mirar sin moverse,  que semeja un puño desollado, y por fin cuaja en el verde
 a mirar de una manera tan dura y continua que es casi  más transparente, en la esmeralda, piedra de la sombra y
 como si nos estuviera inventando, como si gracias a un  la esperanza. El casoar se deshoja, rápida nube de ceni­
 terrible esfuerzo nos sacara de la nada que es el mundo  za, y el guardián corre ávido a posesionarse de la gema
 de los casoares y nos  pusiera delante de  él,  en  el acto  recién nacida. El director del zoológico aprovecha siem­
 inexplicable de estarlo contemplando.  pre ese instante para iniciarle proceso por maltrato a las
 De esta doble contemplación, que acaso sólo es una y  bestias y despedirlo.
 quizá en el fondo ninguna, nacemos el casoar y yo, nos  ¿Qué más diremos del casoar después de esta doble
 situamos, aprendemos a desconocernos. No sé si el casoar  desgracia?
 me  recorta y me inscribe en su simple  mundo;  por mi
 parte sólo  puedo  describirlo, aplicar a su presencia un
 capítulo de gustos y disgustos.  Sobre todo de disgustos
 porque el casoar es antipático y repulsivo. Imagínese un
 avestruz con una cubretetera de cuerno en la cabeza, una
 bicicleta aplastada entre dos autos y que se amontona en   )
 sí misma, una calcomanía mal sacada y donde predomi-
 nan un violeta sucio y una especie de crepitación. Ahora
 el casoar da un paso adelante y adopta un aire más seco;
 es como un par de anteojos cabalgando una pedantería
 infinita. Vive en Australia el casoar; es cobarde y temible
 a la vez; los guardianes entran en su jaula con altas botas


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