Page 84 - Las Chicas de alambre
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Briezen en la isla.
               Era la pista que buscaba.

               Guardé el resto, sin leer las otras cartas. Entonces me di cuenta de que llevaba una hora
               sentado con el contenido de aquellas cajas, y a solas, en la salita de la casa de Luisa
               Cadafalch, sin que ella me hubiese interrumpido para nada.



                                                          XXVI



               Mi madre era muy hogareña y poco amante de las salidas. Me lo demostró cuando
               descolgó el teléfono antes de que se extinguiera el primer zumbido.
               —Hola, soy yo.
               —¿Qué hay?
               —Perdona que no haya podido pasar como te he dicho por la mañana, pero es que no he
               podido. He tenido un día muy complicado; laboralmente hablando, claro.

               —No me digas. ¿Con tu recomendada de mañana?
               —No. Y por cierto: cuídala bien.
               —¿Como dueña de Zonas Interiores o como suegra?
               Estaba decididamente irónica. Pero me encantaba que fuera así, aunque a veces...
               —¿Hacías algo? —cambié de tema.

               —Leía —dijo desperezándose; cosa que se hizo evidente aun por teléfono—. Ahora ya
               no he de preparar cenas ni cambiar pañales, como hace dos o tres años.
               —Será que me preparabas muchas cenas.
               —¿Te las recuerdo?
               —No, no —la calmé, al ver que se ponía combativa—. ¿Qué lees?

               —Un «tratado de supervivencia femenina».
               —Venga, va.
               —Que es en serio. Es todo un best seller. Uno de los capítulos dice lo que hay que hacer
               cuando tu propio hijo te llama a las once de la noche.
               —Son las once menos diez.
               —Vale, ¿qué quieres?

               —Te llamo para decirte que mañana tampoco iré a la redacción —odiaba la palabra
               oficina.

               —¿Por qué?
               —Me voy a Aruba.
               —¿Que te vas adonde?

               —Aruba. Caribe. Me he pasado media tarde en la agencia, hasta más allá de la hora de
               cerrar; pero me han encontrado un pasaje... ¿Qué te parece? Con escala en Madrid, por
               supuesto.

               —Oye, tú, ¿y qué se te ha perdido a ti en el Caribe?
               —Noraima Briezen.
               —Jonatan... —gimió—. Estoy demasiado cansada para juegos.
               —Noraima Briezen era la criada, asistenta, secretaria, amiga personal, guardaespaldas y

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