Page 86 - De Victoria para Alejandro
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                   La  voz  de  Victoria  denotaba  su  infinito                       -Mi padre cuenta tan poco conmigo que
          cansanc10.                                                          ni siquiera me ordena nada ... todavía -parecía otra
                   -Todo  eso  no  son  más  que  hipocresías                 persona,  sin  su  sonrisa-.  Uno  de estos  días  me
          para encubrir el ansia de dinero.                                   encontrará un marido y me casará como ha hecho
                   Miriam contraatacó:                                        contigo; pero él es mi padre, y ésta es mi tierra y
                   -Y a ti, ¿no te importa el dinero? ¿Por qué                mi religión. Y o lo sé desde siempre y creo que mi
          estás aquí? ¿Para qué has hecho un viaje tan largo?                 padre me quiere a su manera. A ti te han cogido en
                   Victoria se envaró. Su cara relucía de puro                una trampa. Te ayudaré. Mi familia cree que hace
          pálida.                                                             lo mejor para todos, pero lo que hace no es justo.
                   -Hay una diferencia, Miriam. Que yo es­                    No se me ocurre qué puedes hacer para evitarlo.
          toy  en  mi  derecho;  que  necesito  ese  dinero,  un              Estás en una ciudad extraña para ti y rodeada de
          dinero mío,  no  de mi padre,  y que en  Roma las                   gentes que odian a los romanos. Te aconsejaría que
          mujeres  podemos  recibir  herencias;  el  abuelo  lo               ganes tiempo, que no te rebeles, en apariencia al
          sabía y por eso se acordó de mí en su testamento.                   menos ... , si puedes.
          ¡Y por eso hizo testamento en Roma! ¿Cómo pue­                               A Victoria le pareció singularmente atina­
          den prescindir del derecho romano? ¡Estamos bajo                    do el consejo de su prima.
          el gobierno de Roma!                                                         -Podré.
                   Miriam soltó su peculiar risa.
                   -No lo sé. No te enfades, prima. ¿Qué vas
          a hacer?
                   -Mi  padre  tiene  que  saberlo  enseguida.                    En Jerusalén,  día cuarto de los idus de junio
                   -Tu  padre  está  en  Roma.  Antes  de  que
          pueda tomar alguna medida estarás casada.                              De Victoria a Alejandro, en casa de Pompilio.
                   Victoria contempló fijamente a su prima.                                          Salud
          Seguía sin saber hasta qué punto podía confiar en
          ella.                                                                        Querido mío:
                   -No te quiero comprometer a desobede­                               Esta es una carta que no vas a recibir por­
          cer a tu padre, Miriam, pero ¿me ayudarás a ganar                    que  no  creo  que  me  dejen  enviarla.  En  realidad,
          tiempo?                                                              querido Alejandro,  no escribo para ti,  sino para mí;
                   La niña afirmó, seria y un poco triste:                     si  llegas  a  leerla,  ya  habrá  sucedido  todo  cuando
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