Page 68 - De Victoria para Alejandro
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           calor.  Me agobia esta ropa. ¿Por qué tenemos que                         -Las mujeres no pueden entrar en la sala
           ir como momias?                                                  de las reuniones. Desde aquí podréis ver a vuestros
                    -Los  monjes  de  Qumran hacen  voto  de                parientes.  Tendréis  mucho  cuidado  de  no  tocar
           castidad y no debemos inducirles al pecado.                      nada ni romper nada.
                    -Y  a lo sé. Pero no me gusta. Y  o soy ro-                      Asomándose por la ancha puerta se veía
           mana.                                                            una plataforma enlosada que formaba la presiden­
                    Miriam rió de nuevo.                                    cia del comedor y sala de reuniones. Se escuchaban
                    -Pero quieres estar en la ceremonia.                     murmullos apagados en la sala y Victoria se deslizó
                    El tío Simeón llamó desde lejos                          hasta el umbral para tener una mejor perspectiva.
                    -¡Vamos!  ¡Y  no  os  separéis  de  vuestra              Era una habitación rectangular bordeada de asien­
           madre!                                                            tos. Los hombres que no pertenecían al monasterio
                    Se dirigieron a la puerta central al lado de             se  agolpaban  al  fondo.  Un  numeroso  grupo  de
           la torre y desde allí pasaron a un gran patio. Las                hombres  vestidos de blanco entraban,  despacio y
           palmeras  ponían  una  fresca  mancha  de  verdor.                en  fila,  por  la  puerta  que  estaba  enfrente  de  la
           U  nos muchachos, muy serios y vestidos con ropas                 habitación de la vajilla.
           blancas,  les hicieron una señal y  separaron  a las                       Miriam le tocó en el codo.
           mujeres a un lado,  mientras los hombres seguían                          -No  puedes  quedarte  aquí  -susurró-;
           caminando por un paso que a mano izquierda co­                    eres tan alta que no dejas ver a las demás.
           municaba con otro patio. Victoria quedó con Mi­                           Victoria se retiró hacia atrás del marco de
           riam, la tía Juana y un numeroso grupo de mujeres,                la  puerta  y  Miriam  pasó  delante  de  ella.  Otras
           todas envueltas  en velos  de  la cabeza a  los pies.             mujeres se agolparon en el hueco.
                    Aguardaron cerca de una hora hasta ql!e                           Detrás  de la larga procesión de hombres
           todos  los  hombres  hubieron  entrado,  y luego las              de todas las edades, entraron los jueces, que ocu­
           condujeron a través del segundo patio por debajo                  paron los asientos de la plataforma.
           del acueducto hasta una habitación pequeña y cua­                          El sacerdote que ocupaba la silla central se
           drada con armarios y estanterías repletos de platos               puso de pie y se dirigió con voz alta y clara a la
           y escudillas. Era, claramente, el cuarto auxiliar del             asamblea de monjes:
           comedor con el que comunicaba por una puerta.                              -La comunidad de los pobres, el resto de
                    Un  hombre  mayor,  también  vestido  de                 Israel está reunido. Cada uno ha ocupado su pues­
           blanco, dijo:                                                     to según  su  rango en  la comunidad:  primero los
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