Page 114 - De Victoria para Alejandro
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                                                                                      El ajuar ya  se  amontonaba en  baúles  de
                                                                              maderas olorosas; grandes piezas de lienzo, túnicas
                                                                              de lana,  fajas de púrpura, mantos de colores ale­
                                                                              gres para casa y oscuros para la calle; fuertes san­
                                                                              dalias  de  viaje  y  delgadas  sandalias  de  tiras  de
                                                                              cuero  con  granates  y  turquesas  incrustadas.  Los
                                                                              albañiles  habían  añadido una habitación a la casa
                                                                              en la zona que miraba a los campos.  Victoria con­
                                                                              templaba  los  preparativos  como  hipnotizada;  se
                                                                              sentía atrapada sin remedio. El tío Simeón volvió
                                                                              de su viaje a Damasco con camellos cargados de
                                                                              perfumes  y  de  joyas.  Con  satisfacción  mostró  a
                                                                              Victoria una pieza  de seda traída de Persia y los
                                                                              pesados collares de plata y turquesas.
                                                                                      -Para  el  día  de  tu  boda,  sobrina.  ¿Son
                                                                              hermosos, verdad? En cuanto pueda viajar mi her­
                                                                             mano  José,  que  ocupa  el  lugar  de  tu  padre,  la
                                                                             celebraremos. Quiero una boda espléndida, que se
                                                                             comente en Jerusalén durante años. Para mi sobri­
                                                                             na, lo mejor.
                                                                                      Victoria intentó un último ruego.
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