Page 34 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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-No mires así... Has sido imprudente, nada más. dormitorio, en plena crisis de nervios. Su cabellera se había
-¡Ah! ¡Y a ti te lo confían! ¡A ti, a ti! ¡Y cuando tu soltado y los ojos le salían de las órbitas.
mujer te pide un poco de halago y quiere ... ! ¡Me llamas -¡Dame el brillante! -clamó-. ¡Dámelo! ¡Nos
ladrona a mí, infame! escaparemos! ¡Para mí! ¡Dámelo!
Se dunnió al fin. Pero Kassim no durmió. -María ... -tartamudeó Kassim, tratando de desasirse.
Entregaron luego a Kassim, para montar, un solitario, el -¡Ah! -rugió su mujer, enloquecida-. ¡Tú eres el
brillante más admirable que hubiera pasado por sus manos. ladrón, miserable! ¡Me has robado mi vida, ladrón, ladrón!
-Mira, María, qué piedra. No he visto otra igual. ¡Y creías que no me iba a desquitar ... , cornudo! Mírame ... No
Su mujer no dijo nada; pero Kassim la sintió respirar se te ha ocurrido-nunca, ¿eh? ¡Ah! -Y se llevó las dos manos
hondamente sobre el solitario. a la garganta ahogada. Pero cuando Kassim se iba, saltó de la
-Un agua admirable ... -prosiguió él-. Costará nue- cama y cayó de pecho, alcanzando a cogerlo de un botín.
ve o diez mil pesos. -¡No importa! ¡El brillante, dámelo! ¡No quiero más
-Un anillo ... -murmuró María al fin. que eso! ¡Es mío, Kassim miserable!
-No, es de hombre ... Un alfiler. Kassim la ayudó a levantarse, lívido.
A compás del montaje del solitario, Kassim recibió -Estás enferma, María. Después hablaremos ...
sobre su espalda trabajadora cuánto ardía de rencor y cocotaje Acuéstate.
frustrado en su mujer. Diez veces por día interrumpía a su -¡Mi brillante!
marido para ir con el brillante ante el espejo. Después se lo -Bueno, veremos si es posible ... Acuéstate.
probaba con diferentes vestidos. -¡Dámelo!
La crisis de nervios retornó.
-Si quieres hacerlo después ... -se atrevió Kassim un Kassim volvió a trabajar en su solitario. Como sus
día-. Es un trabajo urgente. manos tenían una seguridad matemática, faltaban pocas horas
Esperó respuesta en vano; su mujer abría el balcón. ya para concluirlo.
-¡María, te pueden ver! María se levantó a comer, y Kassim tuvo la solicitud de estar
-¡Toma! ¡Ahí está tu piedra! siempre con ella. Al final de la cena, su mujer lo miró de frente.
El solitario, violentamente arrancado del cuello, rodó -Es mentira, Kassim -le dijo.
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por el piso. -¡Oh! -repuso Kassim, sonriendo-. No es nada.
Kassim, lívido, lo recogió examinándolo, y alzó luego -¡Te juro que es mentira! -insistió ella.
desde el suelo la mirada a su mujer. Kassim sonrió de nuevo, tocándole con torpe caricia la
-Y bueno: ¿Por qué me miras así? ¿Se hizo algo tu mano, y se levantó a proseguir su tarea. Su mujer, con las
piedra? mejillas entre las manos, lo siguió con la vista.
-No -repuso Kassim. Y reanudó enseguida su tarea, -Y no me dices más que eso ... -murmuró. Y con una
aunque las manos le temblaban hásta dar lástima. honda náusea por aquello pegajoso, fofo e inerte que era su
Tuvo que levantarse al fin a ver a su mujer en el marido, se fue a su cuarto.
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