Page 35 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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-No mires así... Has sido imprudente, nada más.  dormitorio, en plena crisis de nervios. Su cabellera se había
 -¡Ah! ¡Y a ti te lo confían!  ¡A ti, a ti!  ¡Y cuando tu  soltado y los ojos le salían de las órbitas.
 mujer  te  pide  un  poco  de  halago  y  quiere ... !  ¡Me  llamas   -¡Dame el brillante!  -clamó-.  ¡Dámelo!  ¡Nos
 ladrona a mí, infame!   escaparemos! ¡Para mí! ¡Dámelo!
 Se dunnió al fin. Pero Kassim no durmió.   -María ... -tartamudeó Kassim, tratando de desasirse.
 Entregaron luego a Kassim, para montar, un solitario, el   -¡Ah!  -rugió su mujer, enloquecida-. ¡Tú eres el
 brillante más admirable que hubiera pasado por sus manos.   ladrón, miserable! ¡Me has robado mi vida, ladrón, ladrón!
 -Mira, María, qué piedra. No he visto otra igual.  ¡Y creías que no me iba a desquitar ... , cornudo! Mírame ... No
 Su mujer no dijo nada; pero Kassim la sintió respirar  se te ha ocurrido-nunca, ¿eh? ¡Ah! -Y se llevó las dos manos
 hondamente sobre el solitario.   a la garganta ahogada. Pero cuando Kassim se iba, saltó de la
 -Un agua admirable ... -prosiguió él-. Costará nue-  cama y cayó de pecho, alcanzando a cogerlo de un botín.
 ve o diez mil pesos.   -¡No importa!  ¡El brillante, dámelo! ¡No quiero más
 -Un anillo ... -murmuró María al fin.  que eso! ¡Es mío, Kassim miserable!
 -No, es de hombre ... Un alfiler.  Kassim la ayudó a levantarse, lívido.
 A  compás  del montaje del  solitario,  Kassim  recibió  -Estás  enferma,  María.  Después  hablaremos ...
 sobre su espalda trabajadora cuánto ardía de rencor y cocotaje   Acuéstate.
 frustrado en su mujer. Diez veces por día interrumpía a su   -¡Mi brillante!
 marido para ir con el brillante ante el espejo. Después se lo   -Bueno, veremos si es posible ... Acuéstate.
 probaba con diferentes vestidos.   -¡Dámelo!
              La crisis de nervios retornó.
 -Si quieres hacerlo después ... -se atrevió Kassim un  Kassim volvió a trabajar  en su  solitario.  Como sus
 día-. Es un trabajo urgente.   manos tenían una seguridad matemática, faltaban pocas horas
 Esperó respuesta en vano; su mujer abría el balcón.   ya para concluirlo.
 -¡María, te pueden ver!   María se levantó a comer, y Kassim tuvo la solicitud de estar
 -¡Toma! ¡Ahí está tu piedra!   siempre con ella. Al final de la cena, su mujer lo miró de frente.
 El solitario, violentamente arrancado del cuello, rodó   -Es mentira, Kassim -le dijo.
                               '
 por el piso.   -¡Oh! -repuso Kassim, sonriendo-. No es nada.
 Kassim, lívido, lo recogió examinándolo, y alzó luego   -¡Te juro que es mentira!  -insistió ella.
 desde el suelo la mirada a su mujer.   Kassim sonrió de nuevo, tocándole con torpe caricia la
 -Y bueno: ¿Por qué me miras así? ¿Se hizo algo tu  mano, y se levantó a proseguir  su  tarea. Su  mujer,  con las
 piedra?   mejillas entre las manos, lo siguió con la vista.
 -No -repuso Kassim. Y reanudó enseguida su tarea,  -Y no me dices más que eso ... -murmuró. Y con una
 aunque las manos le temblaban hásta dar lástima.   honda náusea por aquello pegajoso, fofo e inerte que era su
 Tuvo  que  levantarse  al fin  a  ver  a  su  mujer  en  el   marido, se fue a su cuarto.


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