Page 12 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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VERANO                                              Fue allá. Una súbita carrera por el patio respondió al
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           El 13 de junio, Nébel volvió a Concordia, y aunque supo desde        violentamente a la puerta vidriera. Vio a Nébel, lanzó una
           el primer momento que Lidia estaba allí, pasó una semana sin         exclamación,  y ocultando con sus brazos la ligereza de su
          inquietarse poco ni mucho por ella. Cuatro meses son plazo            ropa, huyó más velozmente aún.
          sobrado para un relámpago de pasión, y apenas si en el agua                Un instante después,  la madre abría el consultorio,  y
          dormida de su alma el último resplandor alcanzaba a rizar su          acogía a su antiguo conocido con más viva complacencia que
          amor  propio.  Sentía, sí, curiosidad de  verla.  Hasta  que un       cuatro meses atrás. Nébel no cabía en sí de gozo; y como la
          nimio incidente, punzando su vanidad, lo arrastró de nuevo. El        sefiora no parecía inquietarse por las preocupaciones jurídicas
          primer domingo, Nébel, como todo buen chico de pueblo,                de Nébel, éste prefirió también un millón de veces su presen­
          esperó en la esquina la salida de misa. Al fin, las últimas acaso,    cia a la del abogado.
          erguidas y mirando adelante, Lidia y su madre avanzaron por                Con  todo,  se  hallaba  sobre  ascuas  de  una  felicidad
          entre la fila de muchachos.                                           demasiado ardiente. Y como tenía dieciocho años, deseaba
               Nébel, al verla de nuevo, sintió que sus ojos se dilataban       irse de una vez para gozar a solas, y sin cortedad, su inmensa
          para sorber en toda su plenitud la figura bruscamente adorada.        dicha.
          Esperó con ansia casi dolorosa el instante en que los ojos de              -¡Tan pronto, ya!  -le dijo la sefiora-. Espero que
          ella, en un súbito resplandor de dichosa sorpresa, lo reconoce­       tendremos el gusto de verlo otra vez ... ¿No es verdad?
          rían entre el grupo.                                                       -,¡Oh, sí, señora!
               Pero pasó, con su mirada fría fija adelante.                          -En casa, todos tendríamos mucho placer ... ¡Supongo
               -Parece que no se acuerda más de ti -le dijo un amigo,           que todos! ¿Quiere que consultemos?-se sonrió con mater­
          que a su lado. había seguido el incidente.                            nal burla.
               -¡No mucho! -se sonrió él-. Y es lástima, porque la                   -¡Oh, con toda el alma! -repuso Nébel.
          chica me gustaba en realidad.                                              -¡Lidia! ¡Ven un momento! Hay aquí una persona a
               Pero cuando estuvo solo, se lloró a sí mismo su desgra­          quien conoces.
          cia. ¡Y ahora que había vuelto a verla! ¡Cómo, cómo la había               Lidia  llegó  cuando  él  estaba  ya  de  pie.  Avanzó  al
          querido siempre, él que creía no acordarse más! ¡Y acabado!           encuentro deNébel, los ojos centelleantes de dicha, y le tendió
          "¡Pum, pum, pum! -repetía sin darse cuenta-. ¡Pum! ¡Todo              un gran ramo de violetas, con adorable torpeza.
          ha concluido!"                                                             -Si a  usted  no le  molesta  -prosiguió  la madre-,
              De golpe:"¿ Y si no me hubieran visto? ... ¡Claro! ¡Pero          podría venir todos los lunes ... ¿Qué le parece?
          claro!"  Su  rosto  se  animó  de  nuevo,  y  acogió  esta  vaga           -¡Que es muy poco, señora! -repuso el muchacho-.
          probabilidad con profunda convicción.                                 Los viernes también ... ¿Me permite?
              A las tres golpeaba en casa del doctor Arrizabalaga. Su                La seflora se echó a reír.
          idea era elemental: consultaría con cualquier mísero pretexto              -¡Qué apurado! Yo no sé ... Veamos qué dice Lidia.
          al abogado; y acaso la viera.                                         ¿Qué dices, Lidia?


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