Page 89 - Narraciones extraordinarias
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que las circunstancias del crimen han sido detalladamente in capaz de observar una o dos circunstancias con inusitada cla
vestigadas de nuevo, e interrogados otra vez los testigos; to ridad, pero al hacerlo, invariablemente perdía el enfoque to
do sin resultado. No obstante, una noticia de última hora tal del problema. Puede decirse que ese es el defecto de ser
anunció que Adolphe Le Bon se halla detenido y encarcela demasiado profundo. Las variedades y orígenes de este error,
do, aunque no acusado de ninguno de los hechos ya expues tienen un buen ejemplo en la contemplación de los cuerpos
tos. celestes. Mirar una estrella por ojeadas, examinándola de sos
Mi amigo Dupin parecía especialmente interesado en el layo, volviendo hacia ella las partes exteriores de la retina que
curso de aquel asunto. O yo lo deducía de su conducta, por son más sensibles a las débiles impresiones de la luz que las
que él no emitía ningún comentario. interiores, equivale a contemplar la estrella distintamente, y
Sólo después de que fue anunciada la encarcelación de obtener la mejor apreciación de su brillo; un brillo que se va
Le Bon, me preguntó qué opinaba acerca de esos asesinatos. opacando a medida que volvemos de lleno nuestra mirada ha
Le manifesté que concordaba con todo París, al conside cia ella. En realidad caen en los ojos mayor número de rayos
rar que aquello era un misterio insoluble. No vislumbraba en el último caso, pero en el primero se consigue una recep
fórmula alguna para dar con el asesino. tibilidad más fina. Examinando con una profundidad indebi
-No podemos pensar en la manera de hallarlo a través da, podemos enredar y debilitar el pensamiento, y hacer que
de esos interrogatorios tan superficiales -dijo Dupin -. La hasta Venus se desvanezca en el ciclo por culpa de una mira
Policía de París, tan alabada por su perspicacia, es apenas as da escrutadora demasiado sostenida, concentrada o directa.
tuta. En sus diligencias no disponen de otro método sino del En cuanto a esos asesinatos, vamos a iniciar algunas investi
que sugieren las circunstancias. Hacen gran ostentación de gaciones por nuestra cuenta, antes de formarnos una opinión
buenas disposiciones, pero con frecuencia se adaptan tan mal con respecto a ellos. Esta indagación nos procurará un buen
a los fines que se han propuesto, que induce a invocar a mon pasatiempo. Visitaremos el lugar del suceso. Conozco al Pre
sieur Jourdain • cuando exige su bata para oír mejor la música. fecto de Policía, y no me será difícil obtener el permiso nece
Es cierto que los resultados que obtienen no dejan de ser a sario.
veces sorprendentes; sin embargo, en su mayoría, son alcan Conseguimos ese permiso y fuimos enseguida a la ,ue
zados por mera insistencia, y cuando este método resulta ine Morgue. Es una de esas callejuelas que cruzan por entre la
ficaz, todos sus planes fallan. Vidocq, por ejemplo, era un calle Richelieu y la de Saint-Roch. Eran las últimas horas de
magnífico adivinador, y hombre muy perseverante, pero co la tarde cuando llegamos allí. No nos costó dar con la casa, ya
mo no tenía educada la inteligencia a menudo se desencami que aún había muchas personas observando las ventanas ce
naba, por la misma intensidad de sus investigaciones. rradas, con una vana curiosidad. Era un edificio como tantos
Menoscababa su visión por mirar el objeto tan de cerca. Era en París, con una puerta principal, y a un costado una caseta
• de cristal con una ventanilla de bastidor corredizo para la por
Monsieur Jourdain es el protagonista de una obra de Moliere. (N. del E.) tera. Antes de entrar subimos calle arriba, doblamos por un
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