Page 68 - Narraciones extraordinarias
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LOS ASESINATOS DE LARUE MORGUE




                                                                                                        ¿Qué canción las sirenas cantaron, o qué nom­
                                                                                                        bre tomó Aquiles cuando se escondió entre las
                                                                                                        mujeres? Aunque estos sean problemas arduos,
                                                                                                        no se hallan fuera del alcance de toda conjetu­
                                                                                                        ra.

                                                                                                        Sir Thomas Brown. El entie,ro en la urna.



                                                                                 Las condiciones mentales que suelen juzgarse como analíti­
                                                                                 cas son, en sí mismas, muy difíciles de analizar. Las aprecia­
                                                                                 mos únicamente por sus efectos. Conocemos de ellas, entre
                                                                                 otras cosas, que son siempre para quien las posee en alto gra­
                                                                                 do, fuente de grandes goces. Así como hay hombres que se
                                                                                 entusiasman con sus aptitudes físicas, el analizador se deleita
                                                                                 con la actividad intelectual que se ejerce al desembrollar, y ob­
                                                                                 tiene placer hasta de las más triviales ocupaciones que ponen
                                                                                 en juego su talento. Se fascina con los enigmas, los acertijos,
                                                                                 los jeroglíficos, y muestra, en las soluciones de cada uno, un
                                                                                 grado de agudeza que al vulgo le parece penetración sobre­
                                                                                 natural. Sus resultados, logrados por su solo espíritu y por la
                                                                                 esencia de su método, adquieren todo el aspecto de una in­
                                                                                 tuición. La facultad de resolución es acaso muy vigorizada por
                                                                                 los  estudios  matemáticos,  y  especialmente  en  esa  impor­
                                                                                 tantísima rama de estos que, impropiamente y sólo teniendo
                                                                                 en cuenta sus operaciones previas, ha sido llamada como por
                                                                                 excelencia: análisis. Sin embargo, calcular no es en sí analizar.
                                                                                 Un jugador de ajedrez, por ejemplo, hace lo uno sin esforzar-


                                                                                                             67
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