Page 67 - Narraciones extraordinarias
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Cuando terminé estas operaciones eran las cuatro y esta dé un modo tal, que no tardé en descubrir que el ruido no
ba tan oscuro como si todavía fuese medianoche. En el mo nacía en mis oídos.
mento en que el reloj señalaba la hora, llamaron a la puerta Sin duda palidecí más, y seguí hablando sin tino, alzando
de calle. Bajé a abrir confiado, y di la bienvenida a los recién mi voz, tratando de apagar aquel sonido que aumentaba,
llegados. lPor qué no? lAcaso tenía algo que temer? 11r¡11ella vibración semejante al tic-tac de un reloj envuelto en
Los tres hombres se presentaron, gentilmente, como (1/Kodones. Principié a respirar con dificultad, aunque los
agentes de la policía. Un vecino había escuchado un grito en ngcntes aún no escuchaban nada, e hilvané frases apresura
la noche;y esto lo hizo sospechar de que podía haberse co das, con mayor vehemencia. El tic-tac se elevaba, acompasa
metido un homicidio, por lo cual estampó una denuncia en la do. Me levanté y discutí tonterías, con tono estridente,
Comisaría. Los agentes venían para practicar un reconoci haciendo grotescas gesticulaciones. iTodo era inútil! iEI lati
miento. do crecía, crecía más. lPor qué ellos no querían marcharse?
Sonreí, ya que, repito: i.acaso tenía algo que temer? -El ( 'omencé a caminar de un lado a otro por la habitación, pe
grito -les expliqué-, lo lancé yo, soñando. El anciano se en sadamente, a grandes pasos. iüh, Dios! lQué podía hacer?
cuentra viajando por la comarca ... 1 !chaba espumarajos, desvariaba. Volvía a sentarme y movía
Conduje a los visitantes por toda la casa, y les sugerí que la silla, haciéndola resonar sobre el sucio. Pero el latido lo do
revisaran bien. Por fin, los guié hasta su cuarto. Allí les mostré minaba todo, y se agigantaba indefinidamente.
sus tesoros; todo perfectamente resguardado y en orden. En Los hombres continuaban conversando, bromeando,
tusiasmado con esa gran seguridad en mi mismo, llevé unas riendo. lSería posible que no oyeran? ¿Dios Todopoderoso,
sillas a la habitación, y los invité a que se sentaran, mientras sería posible? iNo, no! iEllos oían ... sospechaban! iSabían!
yo, con la desbordada audacia de mi triunfo, colocaba mi pro iSí, sabían, y se estaban divirtiendo con mi terror! A'ií lo creí,
pia silla exactamente en el lugar bajo el que se ocultaba el y lo creo ahora. Y había algo peor que aquella agonía, algo
cuerpo de la víctima. más insoportable que esa burla. iYa no podía tolerar por más
Los agentes parecían satisfechos. Mi actitud les con tiempo sus hipócritas sonrisas, y me di cuenta de que era pre
vencía, y hablaron de temas familiares, a los que respondí jo ciso gritar o morir, porque entonces ... ! iPréstenme atención,
vialmente. No obstante, pasado un rato, me di cuenta de que por favor!
palidecía, y desee que se marcharan. Me dolía la cabeza y -iMiserablcs! -exclamé-. iNo disimulen más! iLo
sentía que mis oídos zumbaban. Sin embargo, ellos continua confieso todo! iArranquen estas tablas! iAquí, está aquí! iEs
ban sentados, y proseguían la charla. Entonces el zumbido se el latido de su implacable corazón!
hizo más nítido y rítmico, volviéndose cada vez más percepti
ble. Comencé a hablar atropelladamente, para liberarme de
esa angustiante sensación. Pero ésta persistió, reiterándose
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