Page 62 - Narraciones extraordinarias
P. 62
observar con qué sabiduría, con qué precaución y cautela pro minar mi sensación de triunfo. iPensar que estaba allí, empu
cedí... icon qué disimulo puse manos a la obra! jando muy pausadamente esa puerta, y que él ni siquiera vis-
Jamás me comporté tan amable con él como durante la 1 umbraba mis acciones y mis pensamientos secretos!
semana que precedió al asesinato. Cada noche, cerca de las Ante esta idea se me escapó una leve risa, y tal vez me
doce, descorría el pestillo de su puerta y la abría muy suave oyó, ya que de pronto se movió en su lecho, como si fuera a
mente. Cuando la tenía lo suficientemente abierta para aso despertar. Tal vez se imaginarán que me retiré de inmediato.
mar la cabeza, metía una linterna bien cerrada, para que no Pues no, se equivocan, no fue así.
se filtrara ninguna claridad: luego introducía la cabeza. iOh, Su alcoba se hallaba profundamente oscura. Las ventanas
se habrían reído viendo el esmero con que lo hacía, por mie estaban herméticamente cerradas por miedo a los ladrones, y
do de turbar el sueño del viejo. No exagero al afirmar que por las espesas tinieblas envolvían toda la estancia. Absolutamen
lo menos tardaba una hora en realizar esta maniobra, y con te seguro de que el anciano no podía ver nada, me disponía a
templar al anciano acostado en su cama. lPodría haber sido abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló sobre la perilla de
tan prudente un loco? la puerta, y el viejo se incorporó en su cama, preguntando:
En seguida, una vez que mi cabeza se hallaba dentro de - lQuién anda ahí?
la habitación, abría silenciosamente la linterna. iOh, con qué Permanecí completamente inmóvil, sin musitar una sola
cuidado, con qué sumo cuidado: Abría sólo lo necesario para palabra, y durante una hora no moví un músculo. Tampoco
que un rayo casi imperceptible de luz se clavara en el ojo de �1, en todo ese tiempo, volvió a acostarse. Continuaba senta
buitre. Hice esto durante siete noches interminables, a la mis do en la cama, alerta, haciendo lo mismo que yo había hecho
ma hora, y siempre encontré el ojo cerrado. Ac;í se fue vol en esas largas noches, oyendo deslizarse a las arañas en la pa-
viendo imposible concretar mi propósito; porque no era el red.
viejo quién me molestaba, sino aquel maldito ojo. Y todas las De pronto oí un gemido profundo. Se trataba de un la-
mañanas, cuando amanecía, entraba osadamente en su cuar mento de terror mortal, no de dolor o tristeza. iOh, no! Era
to, y le conversaba valerosamente, con voz muy cordial, inte d rumor sordo y ahogado que escapa de lo más íntimo de un
resándome por saber cómo había dormido. Comprenderán alma sobrecogida por el pavor. Yo conocía ese quejido. Mu
que tendría que haber sido un hombre demasiado perspicaz chas veces, precisamente en el filo de la medianoche, cuando
para sospechar que todas las noches, siempre a las doce, yo le iodos dormían, lo sentía irrumpir en mi propio pecho, brotan
espiaba durante su sueño. do de los terrores que me consumían. Sabía lo que estaba ex
Finalmente, en la octava noche, entreabrí la puerta con perimentando el viejo, y no podía evitar una gran piedad por
mayor sigilo que antes. La aguja de un reloj se movía más a �,. aunque también otros sentimientos colmaban mi corazón.
prisa que mi mano. Jamás, como en ese minuto, pude apre Comprendía que su zozobra iba en aumento, y que procura
ciar tan bien la magnitud de mi astucia, y apenas lograba do- ha persuadirse de que sus temores eran infundados. Posible-
60 61