Page 60 - Narraciones extraordinarias
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santísimo, que jamás podremos revelar, y cuyo conocimiento                        EL CORAZON DELATOR
            i plica morir. Tal vez esta corriente nos empujará hasta el
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            mismo Polo Sur. Esta suposición, en apariencia extravagan­
            te, es muy posible.
                En re tanto, por cubierta, la tripulación se desliza con pa­
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            sos vacilantes. Pero su expresión reíleja más el ardor de una
            esperanza que la apatía de la desesperación. Y continuamos
            con el viento de popa, avanzando a una velocidad increíble
            casi saltando por encima de las olas.
                De pronto ... iHorror! Súbitamente grandes montañas de
            hiel ? � e abren, de de echa a izquierda, y quedamos girando
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            vert1gmosamente en inmensos círculos concéntricos  dando
            interminables vueltas por los bordes de un gigantesco ;nfitea­       i Es verdad! Soy muy nervioso, extraordinariamente nervioso.
                                                                                 Lo he sido siempre. lPcro por qué dicen que estoy loco? La
            t o con muros altos que se pierden en la oscuridad y la distan­      t:nfermedad ha aguzado mis sentidos en vez de destruirlos o
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            cia.  Pero  ya  me  queda  poco  tiempo  para  meditar  en  mi       t:mbotarlos. De todos ellos el más fino es el oído. Yo he es­
            ? estin . Rápidamente los  círculos  disminuyen de tamaño ...        wchado todas las cosas del ciclo y de la tierra, y no pocas del
                  ?
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            1Pnnc1pramos a sumergirnos en el gigantesco remolino, entre          Infierno. lCómo, entonces, puedo estar loco? Observen con
            el bramido de las olas y el retronar de la tempestad! El buque       qué serenidad, con qué calma, voy a contarles esta historia.
            se estremece desde su raíz, se quiebra en un gemido profun­              Es imposible definir cómo penetró la idea en mi cerebro.
            do, y ... iOh, Dios! iSe hunde!                                      Sin embargo, una vez adentrada allí, me acosó día y noche.
                                                                                 Realmente no había ningún motivo para ello. El viejo nunca
                                                                                 había hecho daño, y yo lo quería. Jamás me insultó, y su oro
                                                                                 no me despertaba la menor codicia.
                                                                                     Creo que era su ojo. Sí. .. ieso era! Uno de sus ojos se pa­
                                                                                 recía a los del buitre. Era de un color azul pálido, nublado por
                                                                                  una catarata. Siempre que ese ojo se detenía sobre mí, se me
            Notn: El manuscrito encontrado en 11na botella se editó por primera vez en   congelaba la sangre. Y así. poco a poco, gradualmente, se fue
            el año 1831, y hasta muchos años después no llegué a conocer los mapas de   apoderando de mi espíritu la obsesión de matar al anciano, y
            Mercator. En estos el océano está representado por una precipitación to­
            rrencial, mediante cuatro desembocaduras en el Golfo Polar (nórdico), don­  librarme para siempre de aquella mirada.
            de sus aguas son absorbidas por las entraf\as de la tierra. Al propio Polo se   Ahora viene lo más difícil de explicar. Me creen loco, pe­
            le representa por una roca negra que se eleva a una altura prodigiosa.   ro no pensarían así si me hubieran visto, si hubiesen podido

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