Page 56 - Narraciones extraordinarias
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espíritu con la formación del mío, esta última consideración         hre un barril junto a mí. Esta arrastradera se inclina ahora so­
            es una enorme desgracia. Sin embargo, no es raro que no lo­          bre el buque, y los impensados pincelazos de la brocha han
            gre definir con conceptos precisos lo que me ocurre, ya que          dibujado una palabra: DESCUBRIMIENTO.
            todo tiene su origen en fuentes absolutamente nuevas. Sí...,            Últimamente he examinado la estructura del navío. Pese
            un nuevo sentido  ...  , una entidad desconocida se va añadien­      a que está bien armado, evidentemente no es un buque de  gue­
            do a mi alma.                                                        rra. Su construcción, enjarcia  tura, y equipo general, impiden

                                        *                                        suponerlo. Sí, comprendo  fácilmente lo que no es, pero temo
                                                                                 que jamás lograré descifrar lo que es. Al contemplar su enor­
                                                                                 me  tamaño, el  excesivo  conjunto de su  velamen, la severa proa
                Hace ya mucho tiempo que pisé la cubierta de este buque          y la anticuada popa, experimenté una sensación imprecisa que
            aterrador, y los rayos de mi destino se van concentrando en          me hace retroceder al pasado, y por mi mente cruzan como
            un foco: iestos individuos incomprensibles! Enfrascados en           relámpagos los recuerdos de antiguas crónicas extranjeras de
            sus meditaciones que yo no logro  adivinar, pasan a mi lado sin      siglos muy lejanos.
            reparar en mi presencia. Tratar de ocultarme sería una locu­            También he examinado el maderamen del buque. iEs muy
            ra, ya que ellos no me quieren ver. Hace poco rato me detuve         raro! La madera me parece inadecuada por su excesiva poro­
            ante un tripulante, y luego me atreví a entrar en el camarote        sidad, considerada al margen del carcoma producido por la
            del propio Capitán. De allí tomé los materiales con que escri­       navegación por estos mares, y el deterioro causado por la an­
            bo, y con los que de vez en cuando proseguiré este diario.           tigüedad. Aunque parezca una observación muy sutil, esta
            Aunque no tengo medios para hacerlo llegar al mundo, no de­          madera tiene todas las características del roble español, si es­
            jaré de intentarlo. Posiblemente introduciré el manuscrito en        le roble pudiera ser distendido con procedimientos artificia­
           una botella, y la arrojaré al mar.                                    les. Al  leer lo que acabo de  escribir, evoco  a un experimentado
                                       *                                         y curtido navegante holandés. Cuando alguien dudaba de la
                                                                                 veracidad de sus historias, él solía decir:  -Esto es tan cierto,
                                                                                 wmo que hay un mar donde el buque aumenta de tamaño co­
               Ha ocurrido un incidente que me ha dado ocasión para              mo el cuerpo viviente del marino.
           meditar: l.todo lo que está ocurriendo es obra de una casua­             Hace una hora me mezclé con un grupo de tripulantes,
           lidad  ingobernable? Me arriesgué a subir  al puente, y me tendí      me detuve entre ellos y, una vez más no vislumbraron mi pre­
           en el fondo de un bote, sin llamar la atención de nadie. Mien­        sencia. Sin  excepción, todos ostentaban las huellas de una tre­
           tras pensaba en lo singular de mi destino, maquinalmente, fui         menda vejez.  Sus rodillas temblaban,  sus espaldas estaban
           embadurnando con una brocha con alquitrán los cantos de               encorvadas por la decrepitud, la piel arrugada por mil surcos
           una arrastradera cuidadosamente plegada, que se hallaba so-           y la voz trémula y cascada; sus ojos rclampagueban con una

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