Page 51 - Narraciones extraordinarias
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podría haber existido una persona menos apta que yo para sa­  111'111 inamente el aire se hizo insoportablemente cálido, car-
 lir de los rígidos moldes de la verdad y dejarse arrastrar por   1 11do de exhalaciones espirales como las que emanan de un
 los fuegos fatuos de la superstición. Creo conveniente escla­  l  11  ·1 ro candente. Luego, al llegar la noche, desapareció hasta
 recer esto, para que la historia que voy a narrar no sea con­  1  1 111:ís ínfimo soplo de viento, y sobrevino una calma absolu­
 fundida con un simple desvarío de la fantasía.   t  11  l .a llama de una bujía, encendida allí, en la popa, ardía sin
 Después de pasar mucho tiempo en un ir y venir por tie­  1  1 111 ·nor movimiento, y un cabello sostenido entre el índice
 rras extranjeras, en 18  ... emprendí un nuevo viaje, desde el  \ l'I pulgar podía colgar inmóvil, sin la menor vibración.
 puerto de Batavia en la rica y populosa isla de Java, en el que   Pese a que el Capitán aseguró que no advertía ninguna
 recorrería todo el archipiélago. Me embarqué como pasaje­  1i11l1ración de peligro, cuando íbamos derivando en dirección
 ro, y sin más aliciente que una inquietud que me obsesiona­  11 l,1 rnsta mandó aferrar las  velas y arriar el ancla.No se  apostó
 ba. El navío era un buque de unas cuatrocientas toneladas,   1, 11i11gún vigía, pero la tripulación, compuesta en gran parte
 recubierto de cobre y construido en Bombay. Iba Oetado con
 algodón de rama, aceite de  las islas Laquedivas,  bonote•,   I" 11 malayos, comenzó a tenderse, deliberadamente, sobre la
 azúcar de palma, aceite de manteca clarificada, cocos, y algu­  1 1il 1inta. Entonces yo bajé, tragándome un  presentimiento de
 nas cajas de opio. Dicha carga fue mal estibada y, en conse­  d1 �gracia. Todas las apariencias me anunciaban la proximidad
 cuencia, el lastre resultaba insuficiente.   d,· un simún. Le hablé al Capitán de mis temores, y él se alejó,
 Recuerdo que zarpamos con un ligero soplo de viento, y   1  vil ando una respuesta.
 por algunos días navegamos a lo largo de la costa oriental de   Mi intranquilidad aumentaba,  impidiéndome dormir,  y
 Java, sin  hallar  nada que  hiciera  variar  la monotonía. Pero una   1  1  1 ra de la medianoche subí a cubierta. Al afirmar el pie en
 tarde en que me encontraba acodado a bordo en la popa de   1  1 primer peldaño de la escalera de toldilla, escuché un ruido
 la embarcación, observé una nube muy singular que se desli­  1111·1 te. zumban  te, semejante al que producen las revolucio-
 zaba hacia el noroeste. Me pareció muy notable, no sólo por   1ws de una rueda de molino, y antes de que intentara descu-
 ser la primera que divisaba desde nuestra salida de Batavia,   111 1 1 su significado, noté que el centro del barco se estremecía.
 sino también por su color. La contemplé atentamente hasta   1  11vgo, una violenta oleada de espuma estalló por encima de
 la puesta del sol, y de pronto la vi extenderse de Este a Oes­  111 isotros, volcándonos sobre  un costado, y barrió todas las cu­
 te  en  el horizonte, como una delgada cinta de vapor que podía   h1ntas.
 confundirse con una costa baja. En seguida me llamó la aten­  Lo cierto es que a la furia de esta ráfaga se debió en gran
 ción la luna pardo-rojiza, y el cambio repentino del mar, cu­  111nlida la salvación de la nave. Los mástiles habían sido lan-
 yas aguas se volvieron por instantes más y más transparentes,   1i1dus por encima de la borda, y R_ese a estar completamente
 a tal punto que podía distinguir perfectamente el fondo. Re-  1111vgada, después de bambolearse de un costado al otro, logró
 •
 Bonete: fibra del coco. (N. del E.)   111vdarse y ponerse a flote.

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