Page 29 - Narraciones extraordinarias
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Si un rayo hubiera caído a mis pies, no me habría queda­  que se referían a mi. Al término de la breve conversación, Ma­
 do tan aturdido; sólo aturdido, no ofendido ni disgustado, en   dame Lalande giró nuevamente hacia el escenario, y pasaron
 absoluto, por más que acción tan atrevida, en otra mujer, pro­  unos minutos en que pareció muy interesada en la repre­
 bablemente me habría molestado. Pero ella lo hizo todo con   sentación. Sin embargo, luego de unos momentos, mi emo­
 tanta calma, con tanta naturalidad, con tan evidente gesto de   ción aumentó terriblemente, al verla ajustar una vez más los
 perfecta educación, que no se la podía acusar de ningún des­  anteojos que pendían de su cintura, mirarme cara a cara, co­
 caro, y mis únicos sentimientos fueron de admiración.   mo habían hecho antes, y sin hacer caso de los murmullos de
 Apenas comenzó a mirarme con los gemelos, pareció sa­  la gente, inspeccionarme de arriba a abajo, con la maravillo­
 tisfecha con su examen de mi persona, y ya los retiraba de sus   sa compostura que ya había deleitado y turbado mi alma.
 ojos, cuando, como si lo hubiese pensado dos veces, volvió a   Aquella actitud me sumió en un intenso delirio de amor,
 enfocarme, observándome con más atención, quizás por es­  y sirvió más para enardecerme que para desconcertarme. En
 pacio de cinco minutos.   la loca intensidad de mi pasión, lo olvidé todo, menos la pre­
 Aquella acción tan extraordinaria, ejecutada en un teatro   sencia de la majestuosa belleza que tenía ante mí. Esperé la
 americano, llamó la atención de todo el mundo, y se produjo   oportunidad, y cuando me pareció que el público estaba com­
 cierto revuelo y cuchicheos entre el público, que durante unos   pletamente distraído por la representación, atraje la mirada
 instantes me llenaron de confusión. En cambio no produje­  de Madame Lalande, y le dirigí un ligero pero inequívoco sa­
 ron ningún efecto visible en el semblante de Madame Lalan­  ludo.
 de.        Ella se ruborizó, miró hacia otro lado, y después, lenta y
 Tras satisfacer su curiosidad, bajó los gemelos y miró tran­  cautelosamente, observó en torno a sí, para comprobar si mi
 quilamente hacia el escenario. Ya no veía más que su perfil,   lemerario gesto había sido notado, y a continuación se inclinó
 igual que antes. Seguí contemplándola ininterrumpidamente,   hacia el caballero que estaba junto ella.
 aún cuando me daba perfecta cuenta de mi falta de cortesía.   Entonces me di cuenta perfecta de la incorrección que
 Entonces noté que su cabeza, muy lentamente, cambiaba de   acababa de cometer, y no esperé nada menos que una inme­
 posición, y pronto llegué a convencerme de que la dama, aún   diata explicación, a la vez que, por mi cerebro, pasaba rápida­
 cuando  fingía  mirar  hacia  el  escenario,  continuaba  es­  mente la visión de unas pistolas a la mañana siguiente.
 crutándome atentamente. Supongo que no necesito explicar   Sin embargo, a continuación me sentí muy aliviado, al ver
 el efecto que aquel proceder causó en mi exaltado ánimo.   que la dama le entregaba al caballero el programa de la fun­
 Después de haberme examinado de aquel modo, quizás   ·ión, sin decirle una sola palabra. Y ahora, procure el lector
 durante un cuarto de hora, el bello objeto de mi pasión se di­  formarse una idea de mi asombro, de mi fantástico asombro,
 rigió al caballero que se hallaba a su lado, y mientras hablaba   de mi delirante arrebato del alma, cuando luego de mirar fur-
 con él. me percaté claramente, por las miradas de ambos, de   1 ivamente en rededor, dejó ella que sus ojos resplandecientes


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