Page 27 - Narraciones extraordinarias
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hermosura, quien, según parecía, era unos años más joven que   -Mañana a la una me reuniré con usted en la calle B ...
 ella.      -Muy bien. Y ahora hágame el favor de callarse, si es po-
 Hilvanaba mil planes para ser presentado a la mayor de   sible.
 las dos damas, y, por el momento, ver su belleza con más cla­  Me vi obligado a obedecer a Talbot, porque él se mostró
 ridad. Hubiera querido cambiar mi localidad por otra más cer­  totalmente sordo a una nueva pregunta, y durante el resto de
 cana a ella, pero esto era imposible porque el teatro estaba   la velada atendió exclusivamente a lo que estaba sucediendo
 abarrotado.  Además,  las  severas  exigencias  de  la  moda,   en el escenario.
 habían prohibido el uso de gemelos en el teatro; lo prohibían   Mientras tanto, yo tenía mis ojos clavados en Madame La­
 terminantemente. Por fin, se me ocurrió hablarle a mi amigo.   lande, y al fin tuve la suerte de verla de frente. Su rostro era
 -Talbot,  usted  tiene  gemelos  de  teatro  -le  dije-.  exquisitamente bello; esto ya me lo había dictado mi corazón.
 Préstemelos.   No obstante, una vez más experimenté esa sensación que me
 -lGemelos  de  teatro?  iNo!  -exclamó,  alarmado-.  desconcertaba. Finalmente deduje que todos mis sentidos es­
 lQué supone que pueda hacer yo con unos gemelos de tea­  taban impresionados por un aire de gravedad, tristeza, o más
 tro? -Y acto seguido se volvió impaciente para mirar hacia   bien de lasitud, que empañaban la frescura de su semblante,
 el escenario.   aunque sólo para dotarle de seráfica ternura y majestad. Es­
 -Talbot -insistí yo, apoyando una mano en su hom­  to,  naturalmente,  se  duplicaba  por  mi  temperamento
 bro -. lQuiere escucharme? l.Ve usted ese palco de prosce­  romántico.
 nio? iNo, el de la derecha! l.Ha visto en su vida una mujer más   Mientras así recreaba mi vista, noté con gran emoción, y
 hermosa?   por imperceptible gesto de la dama, que de pronto había ad­
 -Efectivamente, es muy hermosa -contestó él.  vertido la intensidad de mis miradas. Una vez más, quedé to­
 -lQuién será?  talmente fascinado, y no pude apartar de ella los ojos ni un
 -iEn el nombre del cielo! i.Es que no sabe quién es? No  instante. Se volvió levemente, y de nuevo no vi más que el cin­
 conocerla demuestra que tampoco usted es persona conoci­  celado contorno de la parte posterior de su cabeza. Pasados
 da. Se trata de la célebre Madame Lalande, la belleza del día   unos minutos, como si se sintiera impulsada por la curiosidad
 par excellence, y tema principal de todas las conversaciones en   de comprobar si yo todavía la estaba observando, lentamen­
 la ciudad. Es viuda, e inmensamente rica ... Un buen partido.   te fue girando el rostro, y otra vez se tropezó con mi ardien­
 Acaba de llegar de París.   te mirada. Bajó instantáneamente sus grandes ojos negros, y
 -lUsted la conoce?  un intenso rubor cubrió sus mejillas. Pero lo que me llenó de
 -Sí, me cabe ese honor.  asombró y'perplejidad, fue ver que no volvió únicamente la
 -lPuedc presentármela?  cabeza, sino que tomó de su cintura unos pequeños gemelos,
 -Desde luego. Para mí será un placer. ¿cuándo quiere  los alzó, ajustó ... y luego me observó con ellos, atenta y deli­
 que se la presente?   beradamente, por espacio de unos minutos.

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