Page 33 - Narraciones extraordinarias
P. 33

ópera, acompañada por la señorita que estaba con ella en el   Comencé a frecuentar asiduamente los lugares famosos
 palco.   de diversión pública, y, por fin, en el teatro donde la había vis­
 -La que va a su lado también es elegantísima -comentó  to por primera vez, tuve la suerte de hallarla, e intercambiar
 el primero de mis amigos.   nuevamente mis miradas con las suyas. Pero esto ocurrió al
 -Es asombrosa. Su aspecto aún es magnífico, pero no ol­  cabo de dos semanas. Entre tanto, diariamente preguntaba
 videmos que el arte obra maravillas. Parece más atractiva que   por Talbot, en su hotel, y recibía el eterno "todavía no ha re­
 hace cinco años, cuando la vi en París. lNo le parece a usted,   gresado" de su lacayo; sentía que volvía a invadirme la indig­
 Simpson?   nación.
 -lTodavía?  -pregunté asombrado-. ¿y por qué no  En aquella velada, por lo tanto, me encontraba próximo
 habría de serlo? Comparada con su amiga, parece una lámpa­  a la locura. Me habían dicho que Madmne Lalande era pari­
 ra de aceite junto a una estrella de la tarde, una mariposa de   siense, y había llegado recientemente de París. lRegresaría a
 luz comparada con Antares.   hancia antes que Talbot volviera del campo? lNo la perdería
 Uno de ellos rió a carcajadas, y luego dijo: -Simpson, tie­  entonces para siempre? Esa idea, que no podía soportar, fue
 ne usted el maravilloso don de hacer descubrimientos ... y por   la que me impulsó a actuar con viril decisión. Apenas terminó
 cierto, muy originales.   la representación teatral, seguí a la dama hasta su casa, anoté
 A continuación nos separamos, en tanto que otro princi­  la dirección, y, a la mañana siguiente, le envié una larga y me­
 pió a canturrear un alegre vaudeville, del que sólo capté es­  ditada carta, en la que volqué todo mi corazón.
           Me expresaba de ella audazmente, con pasión y libertad.
 tos versos:   No  le  oculté  nada,  ninguna  de  mis  flaquezas;  aludí  a  las
 iNinon, Ninon, Ninon, abas!   románticas circunstancias de nuestro primer encuentro, y has­
 iÁ bas Ninon de L'Enclos(   ta a las miradas que se cruzaron entre nosotros. Me atrevía a
 Durante aquella escena, hubo algo que me reconfortó,   decirle que estaba seguro de su amor, y al mismo tiempo le
 aunque avivó aún más la pasión que me consumía. Al pasar   ofrecía esa seguridad, y la intensidad de mi afecto, como dis­
 el coche deMadame Lalandc junto a nuestro grupo, noté que   ·ulpa a mi imperdonable proceder. Como tercera excusa, le
 ella me había reconocido, no sólo esto, sino que me favore­  hablé de mi temor a que pudiera abandonar la ciudad antes
 ció con la más exquisita de todas las sonrisas imaginables.   de.; que yo consiguiera la oportunidad para una presentación
 En cuanto a ser presentado a ella, tuve que abandonar to­  formal. Y concluí la más vehemente epístola de amor jamás
 da esperanza; al menos durante el tiempo en que a Talbot se   rscrita, con una franca descripción de mi posición social, de
 le ocurriera permanecer en el campo.   mis bienes, y mi proposición matrimonial.
 •         Con angustiosa espera aguardé la respuesta. Y después
 iNinon, Ninon, Ninon, abajo!
 iAbajo Ninon de L'Enclos!   de.; lo que me pareció el transcurso de un siglo, llegó por fin.

 30                                31
   28   29   30   31   32   33   34   35   36   37   38