Page 255 - Narraciones extraordinarias
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y absurdo de todos los cuentos de la Inquisición que yo   mino pero volviendo sobre los pasos ya avanzados.
 había oído. Mis nervios estaban exaltados y temblaba ante   También me había equivocado en la forma del recin­
 mi propia voz; sin duda yo era la víctima perfecta para la   to, que era, a pesar de las pequeñas deformaciones de la
 tortura que me esperaba.   pared,  cuadrado.  La construcción era de hierro y estaba
 Temblando retrocedí hasta la pared, decidido a espe­  tapizada por horribles figuras demoniacas, emblemas ho­
 rar la muerte en aquel lugar antes que enfrentarme al ho­  rrorosos y dibujos de esqueletos. Los colores de estos te­
 rror del pozo. Quizás en otra ocasión lo habría hecho lan­  rribles decorados se hallaban en gran deterioro, producto
 zándome valientemente al abismo, mas, ahora, era un per­  de la humedad del recinto. El suelo era de piedra y en el
 fecto cobarde. Además, no podía olvidar haber leído que   centro había un pozo, del cual ya me había salvado.
 el creador de este tipo de infernales pozos excluía toda   Todo lo vi de forma confusa y con mucho esfuerzo, ya
 posibilidad de muerte súbita.   que durante el sueño mi posición había cambiado: ahora
 Me costó un buen rato conciliar el sueño, pero final­  me encontraba acostado de espaldas sobre una armadura
 mente me quedé dormido. Al despertar, encontré otra vez   de madera,  y atado a ella con tiras de cuero. Todos los
 un pedazo de pan y un jarro de agua. Bebí este último de   miembros de mi cuerpo estaban enlazados, salvo mi cabe­
 un solo trago, pues tenía una sed abrasadora. Seguramente   za y mi brazo izquierdo, y sólo con mucho esfuerzo logra­
 el agua estaba envenenada, ya que me dormí a los pocos   ba alcanzar el alimento que se encontraba en un plato de
 segundos. No supe cuánto tiempo dormí, pero al abrir los   barro a mi izquierda. Noté con terror que Sy habían lleva­
 ojos, gracias a una claridad que no supe de dónde prove­  do el jarro, digo terror pues tenía una sed espantosa. Com­
 nía, pude ver y comprobar la magnitud de mi cárcel.   prendí entonces que el plan de mis verdugos era desespe­
 Me había equivocado en mis suposiciones: las pare­  rarme de sed, ya que en el plato se encontraba una carne
 des no tenían más de 23 metros. Al principio esta nueva   en extremo salada.
 información  turbó  m i   pensamiento,  ma �   e n   las   Al levantar la vista para examinar el techo, distinguí
 circunstancies que me encontraba, ¿podía haber btra cosa   una pintura del Tiempo. Era una representación ordinaria
 menos importante que las dimensiones de la cárcel? No   pero, en vez de la acostumbrada guadaña, había un enor­
 obstante, mi espíritu insistía en concentrase en pequeñe­  me péndulo, parecido a los de los relojes antiguos. Al mi­
 ces, y así reconocí que en los pasos que había dado para   rar aquella máquina con más detención, descubrí que el
 calcular el tamaño de la cueva, había errado enormemente   péndulo se movía en un lento y corto balanceo. Me mantu­
 pues, luego de caer la primera vez, había retomado el ca-  ve observándolo con cierta desconfianza hasta que mi vis-


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