Page 253 - Narraciones extraordinarias
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ñas, yo siempre pensé que eran cuentos. ¿Moriría de ham­  pasos eran casi un metro, calculé que la circunferencia de
 bre en aquella celda, o me esperaba una muerte más horro­  mi cárcel medía aproximadamente 46 metros. Sin embar­
 rosa? Que el resultado fuese la muerte, yo no dudaba de   go, no podía definir su forma, ya que había tropezado va­
 eso pues conocía muy bien a mis jueces; el modo y la hora   rias veces con numerosos ángulos de la cueva,  pues no
 eran mis tormentos.   había duda que aquello era una cueva.
 Por último, mis manos extendidas encontraron un obs­  Aún cuando no ponía mucho interés en estas investi­
 táculo sólido. Era una pared de piedra, fría y húmeda. La   gaciones, seguramente por la falta de esperanza, mi curio­
 fui siguiendo de cerca para poder estimar las dimensiones   sidad me incitaba a continuarlas. Así fue que decidí reco­
 de mi calabozo; sin embargo, no lo logré porque la pared   rrer la superficie de la cueva. Lentamente comencé a an­
 perfectamente igual no me ayudaba a distinguir el punto   dar en línea recta unos diez o doce pasos, cuando el trozo
 de partida y podía dar la vuelta ignorando cuándo termina­  de tela se enredó en mis pies y caí de bruces.
 ba. Con la idea de marcar el inicio, busqué mi cuchillo,   Perturbado por mi caída no noté una circunstancia del
 pero me habían cambiado de ropa y ya no permanecía en   todo extraordinaria; segundos más tarde, aún en el suelo,
 mi bolsillo. Entonces desgarré un extremo de mi vestido y   la descubrí. Mi mentón estaba apoyado en el suelo del ca­
 lo dispuse estirado en el suelo, formando un ángulo recto   labozo, mis labios y el resto de mi cabeza, aunque pare­
 con el muro. La idea era recon-er a tientas el calabozo has­  cían estar ubicados más abajo que la barbilla, no tocaban
 ta encontrar nuevamente el trozo de tela; pero no había   ninguna superficie. Al mismo tiempo, llegaba a mi frente
 considerado ni las reales dimensiones de la cárcel ni mi   un vapor viscoso y a mi nariz un olor a hongos. Alargué
 cansancio. Así,  al poco avanzar tropecé y caí.  El agota­  mis brazos y descubrí que me encontraba en el extremo de
 miento me obligó a permanecer tumbado hasta que final­  un pozo circular. Tomé una pequeña piedra y la an-ojé al
 mente me quedé dormido.   abismo; después de unos segundos el rebote de esta hizo
 Cuando desperté, mi mano encontró a mi lad un tro­  un sonido de ruidosos ecos. Sobre mi persona percibí tam­
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 zo de pan y un jan-o de agua. Tan cansado me encbntraba   bién el sonido de una puerta apenas abierta,  y un débil
 que, sin pensar en la procedencia del alimento, comí y bebí   rayo de luz sulfurosa que atravesaba la oscuridad y se apa­
 ansiosamente. Al rato, continué mi paseo alrededor de la   gaba casi al mismo tiempo.
 prisión hasta encontrar el trozo de tela. Antes de caer, ha­  Ahora comprendía con claridad el destino que me es­
 bía contado cincuenta y dos pasos, y ahora, otros cuarenta   peraba y me alegré del accidente que me impidió caer al
 y ocho. En total hacían cien pasos, y suponiendo que dos   abismo. Este incidente tenía el mismo carácter fantástico


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